Cuando visitaba la preciosa casa-taller de este extraordinario y asombroso vitralista, durante mi estancia por algunos meses en Río Tocuyo, cuando hacía compañía a Raiza, mi esposa y médico del poblado, no podía menos que pensar en Erwin Panofsky, el gran estudioso alemán de las artes y autor de un libro sorprendente Arquitectura gótica y pensamiento escolástico, escrito en 1951, quien sostenía que las obras artísticas de la Edad Media se le otorgaban cualidades angélicas, una correlación entre pensamiento e imagen. Y ese era el leitmotiv de don José de Jesús: trasmitir a través de las imágenes las escenas bíblicas para su comprensión de la gente del común, por lo general analfabeta.
En su amplia y cordial casa, llamada Nazaret, plantada en Río Tocuyo, Municipio Torres del Estado Lara, se podía hablar de cualquier cosa con este humilde artista de platicar sereno, un personaje artístico de Venezuela, quien nos acaba de dejar el 1º de enero del 2013. Monseñor Jesús María Alvarado fue su protector, quien le anima ingresar a los estudios de sacerdocio, los cuales abandona. Se cultivó en arte en Caracas bajo la dirección de Antonio Edmundo Monsanto, junto a condiscípulos de la relevancia de Jesús Soto, Alejandro Otero, Ramón Vásquez Brito, Carlos Cruz Diez, algunos de los cuales abandonaron la figuración para crear el cinetismo, apertura creativa donde Espinoza no los acompaña.
Heredero del arte del vitralismo, el cual floreció en la Edad Media europea, sobre todo en el románico, y que llega a su esplendor con el arte gótico, este artista plástico es también sucesor de la famosa escuela pictórica que floreció durante la Colonia en esta su nativa población, mayoritariamente indígena, del occidente de la Provincia de Venezuela, de la cual tomó las tonalidades primarias de mucha intensidad, así como la calidad esmaltada de las superficies. En tal disciplina se formó en la Cátedra de Vitral donde enseñaba un maestro chileno, que a su vez se preparó en Francia.
Durante su larga y excepcional vida de 93 años, realizó con esmero y cuidado incomparables, los vitrales que engalanan la catedral de Mérida, diseñada en 1944, la catedral de Trujillo, los de la iglesia de la mariana población de Aregue, colocados allí en 1953, junto a los murales del Maestro Requena inspirados en el poema de Andrés Eloy Blanco Píntame angelitos negros, los del templo de su natal pueblo, la iglesia de Santa Ana y Santiago Apóstol, así como los del Concejo Municipal de Caracas. Fue director de la Escuela de Artes Visuales Cristóbal Rojas de Caracas, la institución de mayor tradición artística del país, pues fue creada en 1833, así como Asesor Artístico de la Escuela de Formación de Oficiales de las Fuerzas Armadas de Cooperación, ESFOFAC. Este artista murió en la ciudad de Barquisimeto, en casa de su hija Milagros, la cual ha continuado el hermoso oficio de su progenitor. Sus restos reposan en su pueblo natal, como fue su deseo, después de haberle ofrendado a la visión sus inigualables y coloridos vitrales de inspiración mística y religiosa.
El jueves 10 de mayo pasado fue reconocida su trayectoria artística por nuestra primera casa de estudios, la Universidad Centroccidental Lisandro Alvarado, en la Galería Rafael Monastrios de esa institución, junto a Francisco León, Víctor Parra, Carlos Rivero, Jesús Pernalete Túa, Antonio Pavón, Al Vanegas, Efrén Melchor, Henry Gil, Bernardo Nieves, Omar Escalona, Edgardo Alvarado, José Da Silva, Leibe Liscano, David Escobar. El Maestro Espinoza quedará siempre en la memoria, pues ha sido un representante destacado y eminente de lo que he llamado el genio de los pueblos del semiárido venezolano, inspiración de carácter telúrico y espiritual que nos dan una comprensión del por qué hombres de extracción humilde y bastante modesta, como los Maestros Alirio Díaz y Rodrigo Riera en lo musical, Héctor Mujica, Alí Lameda y Luis Beltrán Guerrero en la literatura, hayan coronado con enorme éxito, fuera de toda discusión, con sus aportes indiscutidos y de excepcional mérito a las artes y las letras nacionales.
Paz a los restos del Maestro José de Jesús Espinoza. Que el manto tachonado de estrellas de la Virgen de la Chiquinquirá le dé cobijo en su viaje a la eternidad.