#EspecialDivinaPastora Un niño es un milagro

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Emmys Linares queda extasiada cada vez que tiene oportunidad de retornar a Barquisimeto desde Caracas, donde reside, y acercarse a la imagen milagrosa, en su Santuario de Santa Rosa o en alguna de las parroquias que visita entre enero y marzo.ç

“Es que yo la veo a ella tan bonita, con ese rostro que refleja paz, amor, es algo indescriptible, grato, para contemplar”, expresa emocionada.

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Pero esa sensación no la experimenta sólo ella, también su pequeño Adrián, quien, afirma,
se la queda mirando mucho rato, como preguntándose en su inocencia cuál es el misterio que le hace tan venerada.

La conclusión es que le cubre un manto invisible de divinidad capaz de cubrir también a quienes se le acercan con devoción.Refiere que constantemente le pedía su mediación ante Dios para salir embarazada, lo que no ocurría pese a que todos los exámenes a los que era sometida resultaban normales.

“Yo veía a amigas que se casaban y al año ya estaban embarazadas y tenían sus niños y me preguntaba por qué yo no”, explica.

Pero seguía confiando en la Divina Pastora, en cuyo santuario recibió la bendición
nupcial, no faltando los 14 de enero a la procesión, a pesar de estar ya residenciada en Caracas.

Y, precisamente un 14 de enero, estando en Barquisimeto, cuando se preparaba para acompañar la imagen en su recorrido hacia la Catedral, sintió algo diferente en su organismo, se hizo la prueba que constató que estaba embarazada, y nació Adrián, el tan
esperado primogénito. Ese año, por recomendación médica, tuvo que seguir por
televisión la gran manifestación de fe mariana.

“De allí en adelante todo siguió bien, agradeciéndole a la Virgen por su apoyo. Recientemente di a luz el segundo niño y ahora toda la familia, la mía y la de mi esposo, son devotos de la Divina Pastora.

Pero la devoción hacia la imagen milagrosa no nació en Emmys sino años antes, con sus padres, Pedro y Nayibe. Refiere que de niña sufría frecuentes crisis asmáticas y como los medicamentos no surtían los efectos esperados, sus padres se la encomendaron a la Divina Pastora, a quien le prometieron vestirla de pastorcita cada 14 de enero y caminar con ella la mayor parte posible de la procesión.

También allí la familia reconoció su presencia con la desaparición del mal para que la entonces niña pudiera disfrutar de una vida sana.

Para Emmys Linares, una barquisimetana devota a plenitud de la Divina Pastora, cada niño que nace es un milagro de vida, más aún en su caso que tanto le exigió su mediación para
ver el fruto de su amor con Paúl, su esposo.

Ella, ingeniero industrial, a los cuatro años de su matrimonio compartía con su pareja la preocupación porque Dios no les había bendecido con un hijo.

“Yo siempre, desde pequeña, he sido devota de la Virgen en la advocación de la Divina
Pastora, incluso, durante varios años mi papá me vistió de pastorcita para asistir a las procesiones”, expresa orgullosa.

Refiere que constantemente le pedía su mediación ante Dios para salir embarazada, lo que no ocurría pese a que todos los exámenes a los que era sometida resultaban normales.

“Yo veía a amigas que se casaban y al año ya estaban embarazadas y tenían sus niños y me preguntaba por qué yo no”, explica. Pero seguía confiando en la Divina Pastora, en cuyo santuario recibió la bendición nupcial, no faltando los 14 de enero a la procesión, a pesar de estar ya residenciada en Caracas.

Y, precisamente un 14 de enero, estando en Barquisimeto, cuando se preparaba para acompañar la imagen en su recorrido hacia la Catedral, sintió algo diferente en su organismo, se hizo la prueba que constató que estaba embarazada, y nació Adrián, el tan
esperado primogénito.

Ese año, por recomendación médica, tuvo que seguir por televisión la gran manifestación de fe mariana. “De allí en adelante todo siguió bien, agradeciéndole a la Virgen por su apoyo. Recientemente di a luz el segundo niño y ahora toda la familia, la mía y la de mi esposo, son devotos de la Divina Pastora.

Pero la devoción hacia la imagen milagrosa no nació en Emmys sino años antes, con sus padres, Pedro y Nayibe. Refiere que de niña sufría frecuentes crisis asmáticas y como los medicamentos no surtían los efectos esperados, sus padres se la encomendaron a la Divina Pastora, a quien le prometieron vestirla de pastorcita cada 14 de enero y caminar con ella la mayor parte posible de la procesión.

También allí la familia reconoció su presencia con la desaparición del mal
para que la entonces niña pudiera disfrutar de una vida sana.

“En mi familia todos somos devotos de la Virgen, desde hace muchos años, y luego, también la de mi esposo, que desde Caracas se viene a Barquisimeto para asistir a la procesión”.

Coincide con quienes califican esa manifestación de fe mariana como la mayor de toda Latinoamérica, no sólo por la gran cantidad de personas de toda clase social que participan sino por la devoción con la cual lo hacen, algunas caminando los más de 8 kilómetros
del recorrido entre Santa Rosa y la Catedral Metropolitana.

Y lógicamente que este 2016, Emmys, Paúl y sus dos pequeños hijos, además de otros miembros de sus familias, estarán entre los millares de devotos que colmarán las avenidas
Lara, Morán y Venezuela, acompañando la imagen a la que tantos favores y milagros les han sido reconocidos.

Historia de una devoción

La cruz salvadora

El padre Macario Yépez, párroco de la iglesia Concepción, conmovido por los enfermos del cólera, exhortó a sus superiores para hacer un monumento a la Santa Cruz Salvadora, en la población de Tierritas Blancas, la cual se situaba en los límites de Santa Rosa y Barquisimeto.

Para el 14 de enero del año 1856 el monumento ya estaba concluido. Fue así como gracias a la iniciativa del padre Yépez, la imagen de la Divina Pastora fue llevada desde la iglesia de Santa Rosa hasta la Santa Cruz Salvadora; la imagen de Jesús Nazareno, de la iglesia Inmaculada Concepción, también fue trasladada hasta Tierritas Blancas para solemnizar la adoración a la cruz.

Meses después, el padre Macario Yépez se enfermó del cólera y se recuperó. Sin embargo, padeció de fiebre tifoidea y falleció el 16 de junio del año 1856; su compañero inseparable prebístero doctor José María Raldíriz afirmó que en su agonía hizo el voto a la Inmaculada Concepción para que cesara el cólera. Y así fue. En el año 1857, Raldíriz en su calidad de vicario, determinó que en gratitud a Dios, la imagen de la Divina Pastora debía ser traída en procesión cada 14 de enero.

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