Su papá era sastre, y ante él se plantó una tarde, en su taller, siendo apenas un niño, para expresarle su deseo de ser abogado penalista.
En su familia la inclinación por el derecho eran ya un lugar común y a Danilo Mojica Monsalvo le correspondería egresar de la Universidad Santa María, en 1986
-Curiosamente, al comenzar el ejercicio de la profesión me dediqué al derecho del menor, área en la cual tuve grandes satisfacciones.
Los éxitos como litigante comenzaron temprano, cuando defendió a un médico prestigioso en una demanda de privación de guardia y custodia de hijos, y luego al asistir a una madre, por una causa semejante. En ambos casos el tribunal falló a favor de su cliente.
Ahora, cuando acaba de asumir la investidura de magistrado del Tribunal Supremo de Justicia, evoca la forma como arribó al primer estrado.
-Un domingo leía el periódico y vi que el suprimido Consejo de la Judicatura anunciaba el concurso de 50 cargos de jueces itinerantes a nivel nacional, para la descongestión del ya colapsado Poder Judicial.
Entre 500 abogados de todo el país ocupó el puesto número 7
-Recuerdo que fui el primer juez en sentenciar y así fue recogido por el Diario de Tribunales. Tomé posesión un jueves y el lunes siguiente había producido dos sentencias. Con el devenir del tiempo, luego de andar como un Quijote justiciero, concursé para el Juzgado II Penal de la Circunscripción Judicial del estado Lara.
Obtuvo la titularidad del cargo, con las siguientes notas: Evaluación de credenciales, 20 puntos. Nota de la prueba escrita, 16 puntos. Nota de la prueba oral, 17 puntos. Evaluación definitiva, 18 puntos.
En el despacho se encontró con una montaña de expedientes, y se dedicó a producir sentencias que en un 95% eran confirmadas por los tribunales superiores. El doctor Jorge Rosell, a la sazón juez superior penal, y más tarde magistrado de la Corte Suprema de Justicia (hoy TSJ), al modificarle alguna sentencia comenzaba advirtiendo, en forma por demás respetuosa, y didáctica, que se extrañaba de que “un juez tan estudioso” hubiese adoptado tal o cual criterio jurídico, que no compartía.
Luego, un grupo de colegas le sugirió que se postulara a la presidencia de la Asociación de Jueces y Defensores Públicos del estado Lara, en una fórmula opuesta a otra plancha conformada por jueces de amplia trayectoria. Ganó, aunque más tarde, el Constituyente de 1999 acordó proscribir la asociación de los jueces.
Para ese entonces era profesor de la Universidad Santa María, en la cátedra de Enjuiciamiento Criminal.
-Posteriormente vino todo el cambio del sistema impunitivo, sumario, secreto, del proceso penal, al sistema acusatorio. Fui seleccionado por una mayoría de miembros del Consejo de la Judicatura, para formar parte de los jueces que se encargarían de implementar el Código Orgánico Procesal Penal (COPP), de 1999.
En Lara, que era la circunscripción con más prestigio en el país, jueces de la talla de Jorge Rosell, Ramón Veracoechea Duim, Celina Hernández y nuestro personaje, tuvieron el encargo de preparar a los togados que se incorporarían a este cambio de paradigma en el enjuiciamiento del crimen.
Una suspensión, sin expediente
Pero una carrera profesional brillante no se construye sin tropiezos. Mojica Monsalvo estaba al frente de un tribunal considerado modelo en el estado, sin que una sola denuncia manchara su hoja de vida, cuando, a fines de 1999, la Asamblea Nacional Constituyente, que más tarde disolvería el Congreso Nacional, decretó la reorganización del Poder Judicial y del sistema penitenciario, acordándose la integración de una Comisión de Emergencia Judicial.
Mojica Monsalvo se enteró por la prensa de que había sido suspendido. “Sigue siendo una incógnita por qué fui incluido en esa lista, sin derecho a la defensa, ni debido proceso, ni evaluación del discurso de la prueba, es decir, en el limbo jurídico”, expone.
Se alegó un supuesto retardo procesal, lo cual contradecía lo que arrojaban las estadísticas que llevaba la Inspectoría de Tribunales del Consejo de la Judicatura. Tenía 89% de rendimiento y más de 80% de efectividad en sus decisiones. Quizá en razón de sus alegatos lo sacaron de la lista del retardo procesal, sólo para meterlo en otra lista, que hablaba de denuncias que no conoció. “Jamás tuve un expediente abierto”.
-De manera que usted no fue destituido, como se ha propalado por ahí -le decimos.
-¡No! Cansado ya, de la violación de mis principios constitucionales, renuncié al cargo el 19 de marzo del año 2000
Renunció, pero no colgó sus hábitos académicos, más bien intensificó su quehacer intelectual. Prosigue su labor docente y completa la edición de seis textos que son consultados en bibliotecas latinoamericanas, anglosajonas y europeas. Tuvo tiempo para realizar un posgrado en derecho procesal penal, mención cum laude, en la UFT, institución en la cual es hoy profesor titular. Además, un magister en relaciones internacionales, mención summa cum laude. Un doctorado en derecho constitucional comparado, mención summa cum laude. Un PHD en filosofía y relaciones internacionales, mención summa cum laude.
-¿Qué significa para usted ingresar al TSJ?
-Es la máxima aspiración que puede tener un abogado, un jurista, un académico, un juez. Tengo 50 años preparándome para este gran logro
-Lástima que el ingreso de los magistrados se haya politizado y que el prestigio del TSJ se vea resentido -comenta el reportero.
-El Constituyente del ’99, como la Constitución de 1961, establecen en forma soberana que la elección de los magistrados del TSJ pasa, en forma indubitable, por el Poder Constituido, la Asamblea Nacional. De forma que el nombramiento es constitucional, y así debe ser entendido.
-¿Con qué tipo de magistrados se ha encontrado usted?
-Realmente hay grandes valores, juristas que reúnen los requisitos de idoneidad, de ética y moral, así como académicos, para la administración de justicia en su más alta dimensión.
-¿Lo considera un buen TSJ?
-Desde luego que sí. Allí hay gente valiosa.
-Pero comprometidos con una justicia revolucionaria, socialista, parcial -le decimos.
-Una de las competencias esenciales de todo magistrado es la independencia. Independencia interna del magistrado, independencia de juicio. Hablo de independencia propia, no de interferir en la independencia de los pares. Un magistrado imparcial es aquel que respeta el derecho de los justiciables a ser tratado por igual, sin privilegio, predisposición ni prejuicio.
Lo apadrinó una universidad
-¿Cómo llegó usted al TSJ? ¿Lo puso un partido, se valió de un padrino político?
-Hubo un llamado a los abogados por parte del Comité de Postulaciones Judiciales, que preside el diputado Elvis Amoroso. La selección sería con base en la idoneidad, no sólo jurídica, sino también ética y moral, de los aspirantes.
-¿Lo puso un partido?
-Yo llegué por mis méritos académicos, por toda una trayectoria de vida dentro del Poder Judicial, y en el mundo académico. Fui postulado por la Universidad Fermín Toro.
-¿Qué puede esperar el país democrático de usted?
-El pueblo venezolano puede tener confianza en que como magistrado obedeceré y haré respetar la Constitución y las leyes de la República. Velaré por que todo ciudadano tenga una justicia pronta y cumplida, con estricto respeto al derecho positivado, dándole a cada quien lo que le corresponda.
-¿Por qué está en la Sala Social y no en la Penal?
-Fui postulado por la UFT para todas las Salas del TSJ, y me seleccionaron para la Social.
-¿Qué ámbitos cubre esa Sala?
-Tiene competencia laboral, también las de la Lopna, en relación a las decisiones de Inpsasel, en materia agraria, y otras que se irán desarrollando en lo atinente al área social.
-¿Cuál sería su primera iniciativa o propuesta?
-Los magistrados opinamos con el expediente en la mano. Lo que está fuera del proceso no existe. Esta Sala, que preside la doctora Carmen Elvigia Porras de Roa, actúa, como las otras, en forma colegiada.
-¿Cómo fue el debut?
-El lunes 29 de diciembre fuimos convocados a Sala Plena. La presidenta del más alto tribunal, la magistrada Gladys Gutiérrez, nos dio la bienvenida. Fue una recepción muy cordial, respetuosa.
-¿Qué impresión le dejó la presidenta del TSJ?
-Es una digna representante del Poder Judicial. Una mujer sencilla, una dama, elegante e inteligente.
-¿Su vida cambió?
-En el plano espiritual, he recibido el cargo con mucho desprendimiento, con humildad, con los pies en la Tierra.
-Y su familia, ¿cómo ha reaccionado?
-Mi esposa, Ana del Carmen Medina León, con quien tengo 29 años de feliz unión matrimonial, y es abogada también, se emocionó mucho. Ella ha sido mi gran soporte en todo esto. Mis hijos, Danilo Christian y Vanessa Andreína, están felices, orgullosos del ascenso de su padre. A ellos, a mi madre, y a Dios principalmente, al lado de las personas que creyeron en mí, les dedico esta investidura. ¡No los defraudaré, por nada en el mundo!