El #Caracazo fue la explosión de la protesta

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Al cumplirse hoy 27 años de “El Caracazo”, Venezuela vive una preocupante situación de crisis económica que, según los entendidos, tiende a profundizarse, porque no sólo el precio del barril de petróleo ha descendido a tal punto que está casi al nivel del costo de producción, sino que no hay forma de que el Ejecutivo Nacional obtenga dólares para cubrir necesidades esenciales, mientras que el aparato productivo está paralizado y muy lejanas están las posibilidades de atraer inversiones.

Al mismo tiempo se vive una crisis humanitaria debido a la falta de alimentos y medicinas, a la que se agrega la escasez de insumos en los hospitales y la imposibilidad de combatir el zika y otras enfermedades.

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Para colmo de males el país se encuentra en medio de la peor crisis política al enfrentarse el Poder Ejecutivo, unido al Tribunal Supremo de Justicia, contra la Asamblea Nacional, a la cual rechazan desde el mismo momento en que las elecciones del 6 de diciembre del año pasado arrojaron como resultado el triunfo aplastante de la oposición. Mientras la AN estudia la forma de cambiar al Presidente de la República

La chispa que el 27 de febrero de 1989 encendió la ola de protestas, saqueos de todo tipo de comercios, incendios de establecimientos y violencia desproporcionada fue el aumento del precio de la gasolina, una de las medidas contempladas en los ajustes planteados por el “paquete económico” del Fondo Monetario Internacional al gobierno recién instalado de Carlos Andrés Pérez.

En aquel entonces fue decretado el incremento de 0,25 (medio real o lo que es lo mismo la cuarta parte de un bolívar) en el precio del litro de gasolina. Una semana antes de cumplirse 27 años de aquella medida, Nicolás Maduro, dentro de la emergencia económica, decretó un incremento de cinco bolívares sobre la gasolina de 95 octanos y estableció un bolívar para la de 91 octanos, que estaba en 0,70 céntimos.

Hasta hoy no se sabe exactamente cuál fue el número de víctimas. Oficialmente, el gobierno reconoció 276 muertes, pero se estima que fue un número mayor. Las pérdidas económicas superaron los 6 mil millones de bolívares. Fueron saqueadas 900 bodegas, más de 130 abastos, 86 ferreterías, 62 panaderías y provocados más de 150 incendios.

¿Por qué estalló El Caracazo?

“Nosotros”, dice Pablo Medina refiriéndose a Aristóbulo Istúriz, Carlos Melo (que sustituyó a Andrés Velásquez que se lanzó a gobernador) y el propio Medina, “éramos recién llegados al Congreso como diputados por la Causa Radical”.

Yo formé parte de la Comisión de Política Interior y como tal me correspondió investigar los acontecimientos del 27 de febrero.

Me llamó poderosamente la atención que cuando se citó a los cuerpos policiales, ellos inmediatamente señalaron que ese día -27 de febrero-, a las 6:00 de la mañana, tenían listas las unidades, los equipos y los uniformados para enfrentar los problemas de algunos grupos que estaban oponiéndose a la medida del aumento del precio de la gasolina y del precio del pasaje en las unidades del transporte colectivo.

A esa hora las expresiones de protesta se sucedían en Guarenas, Guatire, La Guaira y el Nuevo Circo de Caracas.

Eran grupos pequeños que se podían controlar, pero la orden recibida del Ministerio de Relaciones Interiores, cuyo titular era “El policía” Izaguirre, era de no actuar.

Esa orden se mantuvo todo el día y no actuó la policía, ni tampoco la Guardia Nacional, lo que permitió que los saqueos tomaran cuerpo y se desarrollaran los grupos de agitación.
Por la avenida Libertador, de Caracas, un grupo de motorizados estaba agitando para que se produjeran los saqueos.

La televisión transmitió en vivo y directo las imágenes de los saqueos, pero el gobierno se mantenía sin intervenir para evitarlos.

Ese día hubo un vacío de poder. El Presidente Pérez se encontraba en Barquisimeto y “El Policía” Izaguirre, en la tarde, se fue a Valencia.

El martes 28 continuaron los saqueos y el Presidente regresó en la tarde y convocó de urgencia una reunión de los partidos políticos, para consultarles sobre la suspensión de garantías, en el Salón Ayacucho.

Él estaba sentado, en una mesa rectangular, recuerdo. Los partidos dijeron estar de acuerdo con la suspensión de garantías. Cuando llegamos Andrés y yo, casi al término de la reunión, se colocó frente a nosotros.

Yo le dije una frase muy famosa que expresó Julio César cuando fue a cruzar el río Rubicón: “Allea jacta est”. Y él me pregunta: ¿qué quiere decir eso? Le digo: La suerte está echada. Entonces, me repite: si, si, la suerte está echada.

Le digo: Presidente, óigame un minuto. La gente no sabe que es eso de la suspensión de garantías y va a seguir saqueando. En vez de esa medida, suspenda el paquete de medidas económicas.

Nosotros, proseguí, tenemos un proyecto de ley para que sean repatriados los capitales privados que están en los bancos internacionales. Tenemos además el disquete que nos entregó Leopoldo Díaz Bruzual, El Búfalo, con toda la información.

No es que la salida de ese dinero fuese ilegal, sino que en ese momento en que se habían acabado los dólares porque Jaime Lusinchi había raspado la olla, era oportuno una contribución para enfrentar la crisis.

Pérez no aceptó y la reacción es conocida. Esa semana, él sacó el oro, noventa toneladas, que se encontraba en el Banco Central de Venezuela. Lo digo porque yo fui también integrante de la comisión que investigó su mandato. Al final de éste, de las 360 toneladas que había en las bóvedas del BCV, él sacó 180 toneladas.

Pero, esa semana aprovechó para sacar 90 toneladas y colocar 60 de ellas en un contrato de pignoración con un banco de Londres y las otras 30 con el cuento de garantías.

El tenía salidas, pero no quiso tomar ninguna. Y aplicó aquella política de Maquiavelo, según la cual el Principe tiene que escoger entre ser amado y ser temido, para poder aplicar las medidas del FMI. Y las aplicó porque la gente tuvo miedo a lo largo del 89, 90 y hasta junio del 91, que se perdió ese temor y comienza a protestar.

Arturo Uslar Pietri dijo que ese año se habían producido más de mil protestas. Si no hay 27 de febrero no hubiera habido 4 de febrero del 92, porque los líderes siempre han existido en las fuerzas armadas, pero ese episodio de violencia le dio sustentación a las aspiraciones de Chávez.

Ante esta situación, Maduro está actuando como hace 27 años lo hizo Carlos Andrés Pérez, porque así como ocurrió en el 89, Venezuela tiene el exterior dólares del Fonden. Es posible que esté esperando un estallido social para atornillarse en el poder, porque a lo largo de este año se han registrado más de 180 saqueos. Es por eso que decimos que Venezuela necesita un gobierno de transición, que repatrie esos capitales para importar alimentos, medicinas y repuestos, asi como para levantar la agricultura y las industrias, y apuntalar las reservas internacionales.

Antecedentes del explosivo malestar

Los antecedentes del 27 y 28 de febrero de 1989, dice el Dr. Rafael Simón Jiménez, historiador, político y profesor universitario, hay que buscarlos por lo menos diez años antes, de la transición que se produce de Carlos Andrés Pérez a Luis Herrera Campins.
Cuando éste asume la presidencia, en su memorable discurso pronuncia una frase que se hizo famosa entonces: Recibo un país hipotecado.

En efecto, Venezuela, tuvo bonanza petrolera entre 1973 a 1977 cuando se produce el primer embargo árabe del petróleo a propósito de la guerra del Yom Kippur en el Medio Oriente.

Cuando los países consumidores de petroleo logran estabilizar los precios se produce, como siempre ha ocurrido en Venezuela, una caída de inversión y el gobierno opta por el endeudamiento destinado a financiar los programas del V Plan de la Nación, diseñados por Gumersindo Rodríguez.

El gobierno pierde las elecciones en 1978 cuando Herrera le gana a Luis Piñerúa Ordaz y esa frase –recibo un país hipotecado- fue sucedida de un proyecto que llamaron enfriamiento de la economía.

Esto quiere decir que la economía venezolana llevaba un ritmo de recalentamiento, de sobre inversión, de exceso de gasto público, que había que detenerlo. En 1979 y 80, la política de Herrera está destinada a un frenazo en el ritmo que trae la economía y tratar de reordenar las finanzas públicas.

Hubo una famosa comisión encabezada por un ingeniero, Juan José Bolinaga, para hacer un inventario de la deuda pública venezolana, porque para esa época la administración descentralizada tenía capacidad de endeudamiento y en realidad la República no sabía cuánto debía.

En 1980 se producen dos acontecimientos que van a determinar la nueva alza del petróleo. En primer lugar, la caída de Reza Palevi que da paso a los ayatolás que se inicia con una grandísima confrontación con los Estados Unidos y en segundo lugar, una guerra larguísima entre Irán e Iraq, ambos grandes productores de petróleo, detrás de la cual estaba la geopolítica de la guerra fría.

En Venezuela de nuevo los precios se disparan en principio a 34 dólares y luego a 40. Le entra otra bonanza petrolera inesperada y la política de Herrera, que venía siendo la de denunciar la hipoteca de Acción Democrática, la del enfriamiento de la economía y reencauzar las finanzas públicas, la de inventariar la gigantesca deuda que había sido contraída por el gobierno anterior, entonces comienza de nuevo el mismo ritmo de sus antecesores; despilfarro, utilización dispendiosa de los recursos públicos, incremento de los gastos públicos, además de una política de endeudamiento.

Comienza a incubarse inmensas fugas de divisas que llevó al exterior 100 mil millones de dólares. Y va a terminar con una fecha fatídica, el 18 de febrero, el viernes negro de 1983 cuando el gobierno después de haber erosionado la economía opta por adoptar una medida de control cambiario.

El gobierno de Jaime Lusinchi es muy sui gèneris, porque él no se endeudó. Más bien pagó parte de la deuda y los banqueros le habían prometido refinanciamiento . Hay una famosa confesión: “La banca me engañó”. Y lo que hace es comerse las reservas internacionales, además de establecer una política de controles, de precios, de cambio, de tasas de interés y una engañosa y muy bien manejada política comunicacional que le va a permitir a Lusinchi salir con elevadísimos niveles de popularidad y sobre todo para impulsar la candidatura de un compañero suyo: Carlos Andrés Pérez.

Cuando se nombran las comisiones de enlaces se percatan de que las reservas internacionales como dinero para la disponibilidad, apenas llegan a 300 millones de dólares, lo que no alcanzaba para un mes de importaciones.

Perez, cuya campaña estuvo destinada a reivindicar las bondades de su primer gobierno, entonces se da cuenta que está contra la pared. No le queda otro remedio que pactar a la carrera un programa de asistencia condicionada con el Fondo Monetario Internacional e incorpora a su gabinete a una serie de economistas muy talentosos, pero que estaban encandilados por la política de la Escuela de Chicago.

Se negocia un programa de reestructuración, de apuntalamiento de la economía venezolana, que como todos los programas del FMI de ese tiempo, implicaba recortes en el gasto, incremento en las tarifas de los servicios públicos y aumento en el precio de los combustibles.

Entonces se va a producir una situación muy paradójica. Porque Carlos Andrés Pérez que recibe una situación grave desde el punto financiero del país, también va a hacer como lo que se conoció como la “coronación” en un acto, donde se sacó el escenario natural, fijado por la Constitución Nacional, como es el Congreso Nacional para la investidura del nuevo Presidente y se llevó al teatro Teresa Carreño, donde vinieron mandatarios de todo el mundo, incluyendo a Fidel Castro.

¿Cómo pedirle a un pueblo, austeridad, ajustarse el cinturón, decirle que venía la época de las vacas flacas, si la primera demostración del nuevo gobierno fue de derroche, despilfarro y boato? En ese contexto comienzan a implementarse las primeras medidas que involucraba el alza de los combustibles. Por cierto, un alza gradual, progresivo, cuya primer incremento fue de 0, 25 céntimos.

Ese “mediecito” estaba ubicado en medio de una situación de relativa escasez porque en esa transición de Lusinchi a Pérez comenzaron a desaparecer productos de la dieta básica. Desde luego, nada parecido, ni la escasez ni el alza de la gasolina, a lo que estamos viviendo hoy los venezolanos.

Pero, allí se va a producir como una chispa y no tengo duda de que en esos brotes de protesta que se produjeron en Guarenas y Guatire, que luego llegaron a la capital, estaba en acción un movimiento izquierdista, que ha sido confesado y en el cual estaban Nicolás Maduro, Elías Jaua (de los encapuchados de la Universidad) y grupos como Bandera Roja y la Liga Socialista que venían de una posición ultraizquierdista buscando estimular la protesta popular, incluso con vinculaciones a la conspiración que en los cuarteles llevaba adelante el entonces el mayor Hugo Chávez.

 

 

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