El gobierno de Ecuador declaró el domingo de madrugada el estado de excepción, después de que el terremoto más fuerte que golpea el país en varias décadas dejara al menos 233 muertos y unos 578 heridos, además de daños materiales en la capital y otras ciudades importantes.
Equipos de emergencias trataban de llegar a las zonas afectadas después del temblor de magnitud 7,8, que sacudió la zona costera central del país al anochecer del sábado. Las localidades más afectadas eran Pedernales y Portoviejo, en la provincia de Manabí, según la Secretaría ecuatoriana de Gestión de Riesgos.
El epicentro del terremoto se produjo en una zona poco poblada de puertos pesqueros y playas turísticas, 170 kilómetros al nordeste de la capital, Quito.
El vicepresidente, Jorge Glas, anunció la nueva cifra de muertos en una rueda de prensa de madrugada, en declaraciones recogidas por la cuenta de Twitter del Ministerio Coordinador de Seguridad.
El vicepresidente había señalado en una rueda de prensa anterior que se habían registrado 55 réplicas del temblor, que describió como «el sismo más fuerte desde el año 1979».
Gabriel Alcívar, alcalde de Pedernales, una localidad de 40.000 habitantes cerca del epicentro, pidió a las autoridades que enviaran excavadoras y equipos de emergencia, ya que docenas de edificios se habían derrumbado en la ciudad, atrapando a los residentes bajos los escombros. El alcalde informó de algunos incidentes de pillaje en el caos inicial, pero indicó que las autoridades estaban demasiado ocupadas tratando de salvar vidas como para restaurar el orden.
El presidente, Rafael Correa, firmó un decreto declarando el estado de excepción y emprendió el regreso desde Roma. En mensajes en su cuenta de Twitter, pidió a los ecuatorianos que se mantuvieran firmes y dijo que esperaba estar de vuelta en el país para el domingo por la tarde.
Las autoridades anunciaron el despliegue de 10.000 miembros de las Fuerzas Armadas, así como 3.500 policías, para asistir en las tareas de rescate y mantener el orden público. También se enviaron 200 bomberos a Pedernales y 300 a Manabí, según un comunicado de la Secretaría de Gestión de Riesgos.
En medios sociales circulaban imágenes de viviendas reducidas a escombros, un centro comercial con el tejado destrozado y estanterías que se zarandeaban en supermercados, así como un viaducto que se derrumbó sobre una autopista, atrapando un automóvil. En Manta, el aeropuerto se cerró después de que la torre de control colapsara, hiriendo a un controlador aéreo y un guarda de seguridad.
En la capital, el movimiento telúrico fue sentido durante aproximadamente 40 segundos y la gente huyó temerosa de los edificios hacia las calles. Quito se encuentra a unos 170 km del epicentro del sismo. El suministro eléctrico se iba restableciendo poco a poco en varios barrios de la capital que quedaron sin servicio tras el temblor, según indicó Empresa Eléctrica Quito.
Las localidades costeras cercanas al epicentro se evacuaron en un primer momento por riesgo de oleaje peligroso, pero más horas más tarde las autoridades suspendieron la alerta y pidieron a la gente que volviera a sus casas.
Eventos deportivos y conciertos se cancelaron en todo el país hasta nuevo aviso.
José Villacís, residente en Portoviejo, dijo a The Associated Press que «hay mucha destrucción en el centro de la ciudad. Se han caído puentes, paredes y cerramientos. Conozco gente que ha muerto. Todos estamos muy nerviosos, se están sintiendo réplicas que nos dan más miedo».
En Santo Domingo de los Tsáchilas, el vecino Julio López describió la situación como «terrible».
«Creí que nos íbamos a morir, se movía todo y no paraba, fue un terremoto muy largo y lo único que pensaba es en mis hijos y mi familia», indicó López a Associated Press en una conversación telefónica.
El Servicio Geológico de Estados Unidos situó el epicentro del sismo a una profundidad de 19 Km., 27 kilómetros al sur-sureste de Muisne, Ecuador.