A fines de noviembre último, ya casi en la recta final de las primarias, la intención de voto de los para entonces tres principales precandidatos presidenciales, estaba repartida así:
33 por ciento era favorable a Henrique Capriles Radonski. 26 por ciento a Pablo Pérez. 21 por ciento a Leopoldo López. En esto las diferentes encuestadoras planteaban algunas variaciones en cuanto a proporción, pero la ubicación de los aspirantes se mantenía, tercamente, en ese orden.
El candidato a la perpetuidad tendrá que explicar. Algún día tendrá que hacerlo. Junto a sus cómplices deberá someterse a una justicia imparcial, no la que él prostituyó, hasta obligarla a arrastrarse a sus pies, en un repugnante pozo de adulante pestilencia. Tendrá que pagar por sus gruesos delitos.