No hay que confundirse con lo que está en juego. Se trata de restablecer la vigencia efectiva de nuestra Constitución, porque sólo en democracia se reconoce al pueblo el derecho a defender sus derechos.
La desesperación es un subproducto de la crisis. Esta se agrava cada minuto en las cosas más elementales para la vida cotidiana: la comida, los medicamentos, los precios de todo y el casi nulo valor del dinero, los servicios y como lo sentimos, tememos justificadamente que se agravará más y nos angustia. Pero atención, de la desesperación a la desesperanza hay un paso, es la frustración por decepción.