Después del milagro de la multiplicación de los panes y los peces, muchas personas tuvieron más interés en Jesús. Pero siempre requerían de un signo. ¡Cómo si no eran suficientes los milagros que iba realizando por todos lados!
Hemos oído hablar del maná en el desierto.Dios se lo anunció a los israelitas a través de Moisés: “Por la tarde comerán carne y por la mañana se hartarán de pan, para que sepan que Yo soy el Señor, su Dios”. (Ex. 16, 2-4 y 12-15).
Esta semana se nos habla de Pastores. Y también de pastores, porque pastor es todo el que tiene a su cargo un rebaño, por más pequeño que sea. Pastor es el Obispo de una Diócesis. Pero pastores son también el padre y la madre de familia. Y el maestro en una escuela. Y el jefe de una oficina. Y, muy especialmente, el gobernante de una nación.
Creaturas de Dios somos todos, ¿pero hijos??? ¡Un momento! ¿Y no somos hijos de Dios todos? Unos sí y otros no. Al menos eso es lo que nos dice la Palabra de Dios.
Uno cree que el dicho “nadie es profeta en su tierra” viene del lenguaje popular. Pero no es así: nos viene nada menos que de Jesucristo. A El le sucedió exactamente eso: no fue aceptado en su tierra. Después de haber predicado unas cuantas cosas en varios sitios y después de haber realizado unos cuantos milagros por aquí y por allá, Jesús decide volver a Nazaret.