Es casi un tic lingüístico: cada vez que alguien se refiere al capitalismo se ve impelido a agregarle el mote de “salvaje”, a veces con la abierta intensión de descalificarlo, otras veces lo hace solo por hábito.
Hace cosa de unos 100 años, cuando todavía no había nacido, tuve oportunidad de leer lo que tal vez fue mi primer libro ecológico. Y recuerdo nítidamente que, no más de entrada, el autor afirmaba que “La tala del primer árbol marca el comienzo de la civilización, la tala del ultimo, su fin”
No es verdad que el tiempo lo degrada todo: puede destruir al mal vino y ennoblecer al bueno; puede poner en evidencia a tantos libros escritos para gente estúpida y convertir en incunables a los buenos autores que muchos años después de su última reimpresión nos retan desde sus hojas que se desprenden como en un otoño literario, o que no podemos subrayar de tan amarillas y frágiles que están...