La última semana de mayo comenzó con el asesinato del cantautor Evio Di Marzo. Más allá del dolor, la estupefacción y el desconcierto que genera el que hayan matado a alguien admirado y querido, me sorprendió (no debería sorprenderme a estas alturas, pero me aún sorprende y no deseo que deje de hacerlo) encontrar en las redes comentarios ácidos –por decir lo menos- sobre la religión y la filiación política de Evio, como si fueran razones para que hubiera muerto de esa manera.
Nunca sabremos la cifra exacta de cuántas personas en realidad votaron el domingo 20 de mayo. Escuché a Nelson Bocaranda decir que la participación (o la obligación de participar) -en efecto- estuvo cerca del 40%. Para mí Nelson es un referente, de manera que tomaré esa cifra como cierta, o cercana a la realidad.
Escribo el jueves 17 de mayo en la noche. Como esta columna publica los lunes, siempre me toca fungir de pitonisa para imaginarme el “día siguiente de”.
¡Qué envidia me produce el Perú! Sus instituciones funcionaron hasta el punto que el presidente Pedro Pablo Kuczynski prefirió renunciar antes de que lo destituyera el Congreso.