Cuando la desesperanza campeaba en nuestras almas, apareció Juan Guaidó con una antorcha a alumbrarnos el camino. Pero no es sólo Guaidó, sin restarle los méritos que tiene. Pareciera que por fin entendimos que un país puede ser destruido por pocos, pero hay que reconstruirlo entre muchos, entre todos. Repetiré una frase que he citado muchas veces, porque me encanta: “nadie es tan fuerte para hacerlo solo, nadie tan débil para no ayudar”.
Otra Navidad más de escasez, inseguridad, precariedad, desolación y muerte. Otra Navidad en la que los venezolanos no tenemos nada que celebrar y mucho...