Hace poco volví a un libro de esos que vale la pena releer en distintas etapas de la vida: My early life (traducido en español como “Mi juventud”) de Winston Churchill. Un relato autobiográfico de su infancia y juventud, escrito en 1930, cuando tenía 56 años.
Cuando la desesperanza campeaba en nuestras almas, apareció Juan Guaidó con una antorcha a alumbrarnos el camino. Pero no es sólo Guaidó, sin restarle los méritos que tiene. Pareciera que por fin entendimos que un país puede ser destruido por pocos, pero hay que reconstruirlo entre muchos, entre todos. Repetiré una frase que he citado muchas veces, porque me encanta: “nadie es tan fuerte para hacerlo solo, nadie tan débil para no ayudar”.