El daño vertebral que el Socialismo del siglo XXI le inflige a la democracia es judicializar la política. La experiencia la inauguran, a mediados del siglo XX, los cubanos. No por azar, todo disidente político es considerado criminal, sometido a la Justicia, llevado a la cárcel sin más.
Releo con fruición el libro póstumo de Oswaldo Payá, Premio Sajarov, quien
ofrenda su misma vida para trazar caminos de reencuentro a sus compatriotas, los
cubanos, víctimas de la satrapía que le asesina. Lo celebro como venezolano, aún
más, por su compromiso con la democracia profunda, por entender que la patria y
lo patrio o son todos o no es nada.
El escritor belga, David Van Reybrouch, en sugerente libro que, bajo el título Contra las elecciones, subtitula “cómo salvar la democracia”, esgrime como premisa de su enjundiosa reflexión una paradoja: “Con la democracia ocurre algo curioso:todo el mundo la desea, pero no hay nadie que crea en ella”