Permanecemos en este mundo de puertas abiertas llenos de preocupación, envueltos en una maraña de temores. Quejarse de nada sirve, buscar la solución a los problemas es el camino. Aunque la caída haya sido fuerte, levantarse y seguir adelante es más honroso que permanecer caído o esperar que venga otro a levantarlo.
La luz de este día trae consigo un semillero de recuerdos y nostalgias, relucen las instancias pobladas de remembranzas, los nidos cantan a la vida, sueñan los ruiseñores.
Ni el tiempo ni la vida detienen su avance ni dan tregua. No basta con desear alcanzar lo inalcanzable, la fe en uno mismo y las ganas de vivir es el mayor aliciente para ponerse en acción y vencer las trabas que la sociedad pretende imponernos y las barricadas de los años.
La protagonista de esta historia ya suma 71 años y sigue compitiendo admirablemente con entusiasmo, constancia y fe en sí misma. Hoy es ella un paradigma histórico del que ojalá aprendan los viejos y los jóvenes. I
A Iraida Finol (“La mujer maravilla” venezolana) a quien con gusto y admiración dedico el presente artículo.
“Uno crece y abre caminos dejando huellas, asimilando...