Debe estar haciendo las valijas. Doce años de protagonismo mesiánico convertidos en tristes rituales de cajas que acomodan recuerdos. La época dorada envuelta en periódicos sin aullidos de grandiosidad. El domingo 22 de noviembre los argentinos le colocaron una lápida al gobierno de tropelías que encarnó Cristina Fernández de Kirchner. En la exuberancia de creerse eterna, pensó en que la suerte de la gran nación sudamericana pasaba por sus atolondrados designios. Desde que su candidato Daniel Scioli, terminó perdiendo con el abanderado de
Cambiemos Mauricio Macri.
Mientras escuchaba las bellísimas y sentidísimas palabras de la doctora Marianne Kohn Beker, en su discurso de aceptación del Premio Mujer Analítica 2015 por su trabajo como Directora Académica del Espacio Anna Frank, me pregunté varias veces cuándo fue que cambiamos los venezolanos.
En los viajes de Marcos Polo encontramos una leyenda sobre el viejo de la montaña.Era una fortaleza llamada Alamut o la montaña de los asesinos, donde se llevaban a algunos aspirantes a quienes drogaban con haschisch, para que soñaran que estaban en el paraíso, allí, se le adoctrinaban para que salieran a asesinar a los enemigos del Islam. Los infieles caían asesinados por sus dagas. ¿Leyenda o historia verdadera?
Don Lisandro Alvarado, por ejemplo, anotó en una de sus obras que “…los chinchorros del Alto Orinoco, adornados con plumas de vario color son afamados y suelen costar hasta mil pesetas” (una peseta equivalía a 2 bolívares), precio altísimo para la época.
En relación con el chinchorro de dispopo, artesanía altamente desarrollada del pueblo Ayamán, y de la cual poca información se encuentra, hemos localizado varias publicadas en El Diario de Carora de 1935, en las cuales se sintetizan las tareas necesarias de realizar hasta concluir con un chinchorro de dispopo totalmente elaborado. Así describe lo primero que debían hacer las tejedoras de chinchorro: