José Joaquín de Mora llega a Santiago el 10 de febrero de 1828, un año antes de la llegada de Andrés Bello a Chile. Procede de Buenos Aires a donde lo había llevado Rivadavia. Incursionó en la política como publicista y tuvo que abandonar el país por estas razones a la caída de Rivadavia. Era español, nacido en Cádiz, recién llegado a Chile se une al partido liberal “Pipiolo”. Clásica su formación inicial, en el mismo tiempo de la estadía de Bello llega Mora a Inglaterra. Allí abraza con furor y actualidad el romanticismo.
"Una conversación es como practicar a la pelota. Un buen compañero te tira la pelota al guante de modo que es casi imposible que se te escape, y cuando es él quien recibe coge todo lo que lanzas,incluso los tiros más erráticos e incompetentes" Paul Auster.
La verdadera comunicación, una necesidad genuinamente humana, es algo más que enviar mensajes desde los móviles.
Vivir postrados frente a la barbarie, forma parte de una decisión de tipo personal. El país sucumbe en medio de esta singular forma de hacer “democracia”. Una democracia de verbo irrespetuoso, punzante, catalizador del delito y la violencia como fórmula de dominación de masas. Una morisqueta democrática asentada sobre el chantaje y la explotación de las necesidades básicas de los pobres, y con pretensiones firmes de extrapolar ese chantaje a las demás franjas sociales que permitan asentar definitivamente el modelo. No hay salida.