Desde lejos pude ver cuando el señor bien entrado en su setenta años trataba de subir el carrito del supermercado por la acera para continuar hacia su casa, se desequilibró y el carrito cayó con todo su contenido. Quienes estaban cerca y quienes no tanto, corrieron a levantar el carrito y su “mercado”, lo acompañaron hasta el edificio en el que vive; con esa buena voluntad regresaron el carrito a su lugar, ahorrándole al buen señor esa obligación.
Se me ocurre que nos detengamos, cambiemos de rumbo por un instante y nos recreemos en situaciones ejemplarizantes. Una de las más recientes tragedias que ha enlutado al mundo fue el descarrilamiento del tren de alta velocidad en Galicia que ocasionó decenas de muertos y heridos, justo en el día del Apóstol Santiago.
Las circunstancias que rodearon los últimos meses al país se caracterizaron por provocar en nosotros una mezcla de sentimientos: alegrías, desesperanza, estremecimiento, hermandad, tristeza. Todos, sentimientos estremecedores que curiosamente cambiaban de un momento a otro con una rapidez insospechada e irracional: a veces tristeza, en unas horas, desaliento, más tarde, ternura, luego, rabia…
Meses atrás se notificó la posibilidad de recuperación por parte de la Alcaldía del municipio Palavecino de una zona relativamente extensa de áreas verdes abandonadas desde hace un tiempo.