Este 4 de febrero se están cumpliendo 30 años del intento de golpe contra el gobierno del entonces presidente Carlos Andrés Pérez.
Los alzados estaban encabezados por los tenientes coroneles Hugo Chávez, Francisco Arias Cárdenas, Yoel Aorcosta Chirinos, Jesús Urdaneta y Jesús Miguel Ortíz Contreras.
Estos oficiales fueron acompañados por 14 mayores, 54 capitanes, 67 subtenientes, 101 sargentos de tropas y 2.056 soldados.
Al momento, Carlos Andrés Pérez regresaba de Davos, Suiza, a donde había ido para asistir al Foro Mundial.
El abogado Edgar Zambrano, vicepresidente nacional de Acción Democrática en la resistencia, declaró a Elimpulso.com que, según la narrativa de los protagonistas, estos intentaron derrocar un gobierno legítimo para alcanzar reivindicaciones de carácter social, político y económico.
Ese día comenzó el derrumbe de Venezuela, porque los golpistas, luego de estar un corto tiempo presos, llegaron al poder y los resultados están a la vista.
Se atentó con la armas del Estado y la democracia, expuso. Al revisar la hilación histórica desde ese intento a la presente fecha podemos observar la involución del país, la destrucción de la clase media venezolana, la desaparición del signo monetario, la ruina de la industria petrolera nacional y del mismo modo la petroquímica, las empresas básicas de Guayana, las empresas del Estado, el colapso de los servicios públicos y la mayor situación de pobreza y miseria de la mayoría de la población, de la cual se ha ido más de seis millones de personas a diferentes partes del mundo porque ya aquí no podían subsistir.
En pocas palabras, se acabo con un país que no sólo experimentaba un gran crecimiento económico y se proyectaba como ejemplo de democracia para otras latitudes, sino que ahora es una nación desprotegida, donde ya no existe el servicio de salud pública porque ha mermado el número de sanitaristas y los pacientes no pueden adquirir los medicamentos porque sus ingresos son escasos.
A pesar de los errores cometidos por los gobiernos democráticos, este país no merecía vivir el fracaso de un modelo político como el que hoy agobia a Venezuela.
La democracia había arribado al país tras la férrea lucha contra dos fuertes dictaduras militares: la de Juan Vicente Gómez y la de Marcos Pérez Jiménez. La primera caracterizada por los grillos en los pies y la segunda, por las balas y las torturas, que segaron las vidas de hombres y mujeres, entre ellos el secretario general de AD en la clandestinidad, el compañero Leonardo Ruíz Pineda.
Salimos de la ruralidad para entrar en la modernidad con la bonanza petrolera y éramos una democracia joven, susceptible a cometer errores. Había sido derrotada la izquierda armada en el enfrentamiento militar y en las urnas electorales. Y esa democracia era la principal en el continente, que llamaba a distintas migraciones para contribuir al crecimiento y desarrollo del país.
Pero, fue bloqueada a través de la oferta engañosa del comunismo al estilo chino, ruso y de la mala copia del cubano.
Y hoy vivimos una cruel dictadura, la más feroz jamás imaginada, que ha sumido al país en la miseria, pero cuyo rescate tendrá que producirse por la voluntad de un pueblo que ha demostrado no tener miedo y ser profundamente democrático.