La Siembra de la Pobreza, título del nuevo libro, de Arquímedes Román, muy próximo a publicarse.
La síntesis del libro es que “el marco institucional estatista, empezando por la exclusividad de la propiedad y del control de la explotación de nuestras riquezas mineras, que son muchas, nos ha impedido convertirnos en el país rico que deberíamos ser. Por el contrario, somos inimaginablemente pobres porque, en vez de sembrar el petróleo, fue usado para concentrar el poder político por los grupos militares y partidistas que han controlado al Estado venezolano.”
No puedo estar más de acuerdo. De allí que escribí los siguientes comentarios que acompañarán dicha publicación:
“Este es el único libro que he leído de verdad “de una sola sentada”. ¡Interesantísimo!
Román analiza la economía de nuestro país desde sus orígenes en el Imperio Español de manera muy particular, en función de sus bases institucionales. Dado el predominio del Estado en la propiedad y explotación del petróleo, la tendencia fue al rentismo, el cual está vinculado a la concentración de la riqueza y ésta a la concentración del poder político; esta última, a su vez, es la principal explicación que han encontrado los tratadistas para explicar la corrupción. A lo cual podemos añadir que esa cadena de rasgos institucionales está estrechamente correlacionada con la generación de pobreza. Así lo demostré en mi obra Poder, Petróleo y Pobreza, Caracas, Editorial Libros Marcados, 2015.
Coincido con los cuatro pilares de soluciones propuestas por Arquímedes, aunque le restaría protagonismo a la recuperación petrolera porque esta última va a ser modesta dada la sustitución acelerada de los hidrocarburos como fuente de energía por razones de emergencia ambiental y porque un gobierno inscrito dentro del pensamiento del Socialismo del Siglo XXI no es un actor propenso a crear las condiciones propicias para ello.
Pero, la no recuperación de nuestra industria petrolera es, a mi entender, la gran oportunidad que tenemos para cambiar un marco institucional del país, estatista, centralista, militarista, partidista, excluyente y vertical, siempre orientado a la concentración del poder político, con las funestas consecuencias arriba anotadas. El ingreso petrolero fue el comodín que usaron nuestros gobiernos para compensar las enormes distorsiones que su afán de controlarnos infringieron sobre nuestra economía, distorsionándola hasta el punto de que convirtieron un territorio rico en una nación paupérrima, que hasta perdió su soberanía por empobrecerse y por el afán de un supuesto mesías de compartir el control del país con la dictadura cubana. De allí que el marco institucional actual internacional ya no es determinado por estar inscritos en la esfera de influencia de Occidente sino por ser presa, fácil, de una pugna geopolítica entre países no democráticos de Oriente, como Rusia, China, Turquía e Irán, en contra de los intereses occidentales; llegando recientemente en esta pugna a ser usados por los rusos como ficha de negociación para que la OTAN no afilie a Ukrania y le deje el camino libre para invadirla porque, si no, ellos nos invaden a nosotros. ¡Increíble!
Si se recupera el ingreso petrolero a sus niveles anteriores, no creo que ningún grupo que gobierne al país va a entregar ese enorme diferencial de poder a su favor que le daría el rentismo, por lo que no cambiarían las condiciones institucionales que tan acertadamente demuestra Arquímedes Román que nos han empobrecido. Obsérvese pues que ningún grupo político promueve privatizaciones, dolarización, diversificación económica y de las exportaciones, separación de poderes ni descentralización. Si de “esos polvos son estos lodos”, recuérdese que el único presidente del régimen anterior que trató de privatizar, descentralizar, despresidencializar, despartidizar, despopulizar las políticas sociales y de sustituir el rentismo por una política petrolera de producción, Carlos Andrés Pérez II, fue sometido al escarnio público y sacado de la Presidencia con los votos de un Congreso Nacional dominado por el oligopolio de AD y Copei; y los supuestos nuevos partidos no tienen un discurso diferente.
El fin del rentismo coloca al país en una encrucijada a partir de la cual se le presentan dos escenarios: El de la profundización de la pobreza, la manipulación y la represión, como estrategias para que un grupo domine al pueblo y se mantenga en el poder bajo un modelo de democracia colectivista popular, y el camino del crecimiento y la diversificación de la economía y de sus exportaciones, lo cual implica el surgimiento de una democracia pluralista liberal, esa que siempre nos han prometido en los cambios constitucionales pero que nunca hemos tenido porque a quienes nos han gobernado ni a quienes los han sustituido les ha interesado repartir el poder, ni la riqueza. Se quedan con casi todo, pero le echan la culpa al capitalista.
José Antonio Gil Yepes
@joseagilyepes