El diario estadounidense The New York Times es uno de los periódicos que goza de mayor credibilidad en su país y en el mundo entero. Desde su fundación en 1851, ha ganado la pasmosa cantidad de 127 premios Pulitzer. Es el diario por excelencia de los Estados Unidos y muy lejano del dañino y pertinaz amarillismo. Se le llama cariñosamente “La Dama Gris” del periodismo.
Es un creador de opinión que muchos toman como referencia. En 1971 descubrió que el gobierno de Richard Nixon manipulaba la información sobre la guerra de Vietnam. Al año siguiente destapa el problema de la discriminación de las vacunas contra la sífilis entre la población afrodescendiente, en 2004 revela las precarias condiciones de trabajo en los EEUU. Su impecable y creíble información lo hace merecedor de la confianza y aprecio estadounidense y universal.
Sin embargo, como toda empresa humana, puede El Times caer en el error y en la equivocación. Sucedió en 2018 cuando un premiado podcast (audio, video) titulado Califato es descubierto que se basó en información falsa y tendenciosa. Es la misma empresa del diario quien en un gesto de valentía innegable pide disculpas y excusas a sus lectores. Se basó en fake news (noticias falsas) proporcionadas sibilinamente por un ciudadano de nacionalidad canadiense, quien aseguró que había participado en las horribles matanzas perpetradas por el Estado Islámico ISIS en Siria e Irak. Fue entrevistado este hombre por una reportera estrella del diario neoyorkino, la rumana estadounidense Rukmini Gallimachi. Después de una intensa revisión interna que dura dos meses, se determina que Califato contenía pasajes “falsos y exagerados”.
Sucedió que el gobierno de Canadá se alarma por tener entre sus conciudadanos un terrorista islámico viviendo en los suburbios de Toronto. Lo detienen. Su nombre es Shehroze Chaudhry, quien dice, para sorpresa general, que hizo aquellas afirmaciones de que había asesinado hombres con disparos a la cabeza y puñaladas para “salir del aburrimiento”. No hubo rigor y el escepticismo como herramienta del pensamiento estuvo allí ausente, como se lamentaba el desaparecido científico Carl Sagan hace décadas. Un falso yihadista hizo caer en el error a una de las empresas más sólidas y de prestigio en la producción de opinión a escala planetaria.
Pero hubo un firme propósito de enmienda. The New York Times define los fallos del trabajo como un fracaso institucional y determinó que el equipo de “Caliphate” dio demasiada credibilidad a las afirmaciones de un supuesto exterrorista. No fue un error individual, en este caso de la periodista experta en terrorismo Rukmini Gallimachi, sino de todo un equipo que quiso causar sensación con su podcast en aquellos días en que ISIS hacía de las suyas en Medio Oriente. El diario ordena editar el polémico podcast con unos agregados en donde corrige los errores y omisiones cometidos en 2018. En él se dice que Chaudhry es “un fabulador que hilaba cuentos yihadistas sobre la matanza, es un estafador que inventó la mayoría, si no todo lo que nos dijo”.
Además, el diario descubre que sus podcasts eran mucho menos supervisados por los editores que los propios reporteros que laboran en The Times. Era una manera de producir historias a la que el diario neoyorkino no estaba acostumbrado.
Pero no es un caso aislado en los Estados Unidos, el país que inventó el “amarillismo” a fines del siglo XIX con el empresario y periodista William Randolph Hearst (1863-1951) a la cabeza, y que da origen a la guerra hispano estadounidense por Cuba con informaciones falsas, rumores o bulos. El prestigioso The Washington Post’, el diario que destapa el escándalo Watergate que ocasiona la destitución del presidente Richard Nixon en 1974, se disculpó con sus lectores en 2004 y aseguró que había menospreciado el escepticismo ante las afirmaciones de la Casa Blanca de que Iraq tenía armas de destrucción masiva, convirtiéndose en el último periódico estadounidense en publicar un mea culpa de su cobertura de esta contienda. Pide disculpas de nuevo en 2011 por el plagio de una de sus periodistas.
La postverdad (un neologismo fabricado en los EEUU en 1992) hace que sentimientos y creencias aplasten y distorsionen los hechos objetivos y reales. Es una tendencia humana creer antes que dudar. La crítica es un invento reciente de la humanidad a la que no estamos acostumbrados aún en Latinoamérica ni en el planeta. La distorsión de la realidad de manera deliberada a base de mentiras objetivas campea en los mass media del presente. Es necesario y urgente saber determinar qué es fake new y qué no. Es una asignatura pendiente en nuestros sistemas escolares de los Estados Unidos, decía el mencionado científico estadounidense Carl Sagan (1934-1996), un firme defensor del pensamiento escéptico. En tiempos de redes sociales y de internet pululan, proliferan las mentiras y las medio-verdades. Existen demasiados espíritus retorcidos, malvados goebbelianos agazapados dispuestos a lanzarse sobre sus inermes presas. ¡Alertas!
Luis Eduardo Cortés Riera