Los últimos acontecimientos políticos nacionales, entre ellos la ausencia temporal no reconocida del Presidente de la República y el ejercicio de un interinato bicéfalo de gobierno por parte de los máximos representantes del chavismo sin Chavéz, han hecho obviar las necesarias proyecciones y revisiones que en la alternativa democrática se están gestando y que sin duda alguna serán las semilla de la oferta político electoral que plantará cara frente al militarismo personalista de estos tiempos.
Por una parte, los resultados de los comicios regionales de diciembre de 2012 sacaron del juego, tal vez inmerecidamente, a un conjunto de liderazgos regionales opositores privilegiandose solo aquellos que demostraron una autentica capacidad de convocar al electorado tradicionalmente oficialista. Capriles en Miranda, Guarulla en Amazonas y Falcón en Lara lograron triunfar no porque reunieran la mayor cantidad de insultos en dirección a sus competidores sino porque vendieron una mercancía más escasa que el Aceite, la harina y el azúcar juntos: La tolerancia. Se vendió como pan caliente.
Durante su acto de juramentación, Falcón hizo gala de la política dialogante que lo llevó a la reelección lo que le ha hecho injustamente merecedor de criticas por parte de algunos opositores contaminados de rencor y deseos de venganza; Lara bien merece una misa. Sin embargo, es necesario entender que dialogo y mutuo reconocimiento entre Falcón y el oficialismo no es sinónimo de debilidad, de hecho, es todo lo contrario, el perfil dialogante del Gobernador es su forma de asumir un liderazgo nacional que en el contexto polarizado y, eventualmente violento, exige una prudencia y responsabilidad que los ciudadanos saben valorar, una y otra vez, con su voto.
Muchos radicales, de lado y lado del espectro político venezolano, piden a gritos una “solución violenta” a nuestras diferencias pero estos, casi siempre, son los primeros en huir. “Perro que ladra, no muerde”. Ante esta coyuntura, el liderazgo emergente de Falcón, una MUD regional cohesionada y apuntalada por Edgar Zambrano (jefe de la dinámica fracción parlamentaria de AD y principal promotor de la liberación de los presos políticos) y la renovada izquierda democrática de la Causa R (que con Alfredo Ramos logran nutrir a la alternativa democrática de la necesaria sensibilidad social redistributiva) permiten prever que será Barquisimeto el campo de pruebas de la nueva política popular de la oposición venezolana que, con tolerancia y dialogo, construya lo que el militarismo personalista prometió construir y luego olvidó en medio de sus delirios megalómanos.
