Lo más penoso para mí, si mi suerte fuere una muerte temprana, es dejarte sin la educación que quisiera darte. Lo único que puedo hacer para tal caso es dejar mis ideas escritas para que tú las sigas, pues tal es mi deseo.
Un ejemplar de esta carta me lo entregó mi abuelo, Edgar Pardo Stolk, junto con un par de yuntas con mis iniciales cuando cumplí los catorce años. Fue en el vestíbulo de su casa en Sebucán y me sorprendió la solemnidad. En aquella oportunidad, lo atractivo fueron las yuntas. La carta, la verdad sea dicha, me pareció secundaria. Creo que es natural porque para agradecer con propiedad la carta hay que leer y entenderla primero y, solo así, asimilar que lo solemne y primario es el contenido de la carta mientras que lo efímero es el oro de las prendas, una de las cuales perdí algún largo tiempo después y mi abuelo, al enterarse, me obsequió otro par. La yunta solitaria la conservo y me sirve de estímulo para leer nuevamente todo o parte de este texto.
La he leído muchas veces y a diferentes edades y si hay algo que desearía compartir de las intimidades de mi familia, para bien de mi país y de la “buena gente buena” doquiera se encuentre, es su contenido.
Por mi parte, aporto en este día un deseo que he venido afinando en el curso de los años y que lo oí por vez primera en su versión original de los labios de un sabio sacerdote y abogado: D. Roberto Salvat: Te deseo, de entre todo lo bueno, lo mejor.
He aquí transcrita, de seguidas, la carta que recibí titulada “Legado a mi hijo”.
“Cartagena, febrero 5 de 1849.
Hijo Mío:
Verás por la fecha que lleva ésta, con qué anticipación he pensado en el momento en que Dios me llame de esta tierra. En mi edad, con mi salud, parece casi ridículo acordarse ya de tal época; mas no puedo rechazar de mi mente la idea de que mi vida será corta. No me quejo por esto; cuando el Altísimo lo mande estaré pronto a obedecerle; pero sí sería duro para mí, abandonar a tu madre y a ti, principalmente en circunstancias poco brillantes. Mas Dios es grande, y Él que todo lo conduce con sabia mano, sabrá como aliviarnos el camino.
Lo más penoso para mí, si mi suerte fuere una muerte temprana, es dejarte sin la educación que quisiera darte. Lo único que puedo hacer para tal caso es dejar mis ideas escritas para que tú las sigas, pues tal es mi deseo. Este legado no será escrito muy bien; pero tu padre quiere escribirlo sólo para ti. Si me fuese permitido vivir al menos hasta que pudiera inspirarte mi modo de pensar, sacarías más ventajas de estas líneas, que quiero sean para ti un conductor por la vida. Empezaré pues a hablar sobre la esencia de toda vida humana y es:
La religión
La religión consiste en nuestra fe en Dios y en nuestro conocimiento y práctica de nuestros deberes hacia Él, hacia nuestros prójimos y hacia nosotros mismos. Para obtener todo esto nos ha dado Dios varios instructores que son: la naturaleza, nuestro interior y las instrucciones de hombres sabios contemporáneos y de otros que han vivido antes de nosotros. La fe en Dios consiste ante todo en nuestra creencia de que Él existe. Son pocos los que niegan esta existencia y los que lo hagan quedan regularmente tristemente desengañados y confundidos antes de que pasen de esta a otra vida. Son grandes y elocuentes las pruebas que tenemos en la naturaleza de que un Ser Supremo de cualidades inmensas existe. Cuán grande es la creación, esto lo aprenderás continuamente. Sabrás que la Tierra es muy grande, que contiene muchos millones de habitantes, muchos animales de todas clases, muchas matas; sabrás que el sol, la luna, y todas las estrellas son cuerpos, muchos más grandes que la Tierra; sabrás que todos estos cuerpos tienen su camino trazado por el cual ruedan siempre con el mayor orden. En la Tierra cambian el buen tiempo con el malo; ya lanza el sol rayos ardientes, ya refrescan lluvias la tierra para que nazcan las frutas y las yerbas y den nutrimiento a los seres vivientes. ¿Quién habrá creado todo esto? ¿Quién lo sostendrá con tanto orden? ¿Quién llama el viento y le enseña su carrera? Dios, este eterno Padre de nosotros, es el que todo lo ha hecho. ¡Alabado sea su nombre!
Somos los hombres sus creaturas, sus hijos. ¡Él nos hizo y nos hizo tan admirablemente! ¡Él nos conduce con amor paternal! El primer sentimiento que esto nos inspira, el sentimiento más dulce y más consolador es el cariño que confía en Él. En todos los actos de nuestra vida tengámosles este cariño sin el cual no hay felicidad humana. Sus bondades agradezcámoslas, cuando hiere nuestro corazón, alabémosle, pues Él sabe por qué lo hace. Si faltamos en nuestra debilidad humana, dirijámonos a Él con arrepentimiento en el corazón y si éste es verdadero, Él nos perdonará. Su poder nos inspira veneración que se une fuertemente al amor y lo hace más grande aun. ¡Oh! Hijo mío, acostúmbrate desde la más temprana edad a querer a Dios de toda alma, corazón y fuerzas. Cuando te levantes y cuando te acuestes bendice Su nombre y dirígete a Él en todas las vicisitudes de la vida; si te amenaza un peligro, llámale y recogerás fuerzas para arrostrarlo; piensa continuamente en Él para que no peques contra Él.
Todos los hombres son hijos de Dios y como tales son hermanos unos de otros, destinados a asistirse mutuamente. Cada uno tiene sin embargo algunas personas más cerca que otras. El primer y principal cariño lo debe el hombre a sus padres, por quienes tiene la vida mediante Dios: ¡el amor filial es lo más sagrado de lo humano! ¡Feliz el que ha tratado de amar a sus padres, de obedecer sus órdenes, de seguir su buen ejemplo, de hacer felices sus días! ¡Feliz él, cuya vida ha sido digna de la bendición paternal, porque esta es la felicidad más grande en la vida! Los hermanos carnales merecen después la atención de sus hermanos; hijos de los mismos padres, contribuirán a la felicidad de estos si saben quererse y asistirse. A todos los hombres debe cada uno la protección que pudiere darle, buena fe en todas las transacciones, indulgencia para las faltas que cometan y siempre justicia.
Los deberes hacia sí mismo están unidos a los otros: faltando a uno de ellos, falta a todos, pues lo primero es labrar su propia felicidad. Para ser feliz es preciso tener una conciencia pura y solo el que no falta al cumplimiento de sus deberes alcanza este precioso don. El hombre debe sostener siempre su dignidad, lo que hará, velando que sus pasiones no le hagan olvidar sus deberes, comportándose en todas las transacciones de su vida con prudencia, moderación y rigidez cuando juzga sus propias acciones.
Toda la religión la tienes explicada en los pocos renglones que anteceden y quisiera que se grabaran bien en tu memoria para que quedes libre de tantos errores que ideas falsas de religión nos hacen cometer. Sobre este punto te hablaré más en adelante. Ahora seguiré con algunas reglas que te deben servir en la vida.
Las necesidades del cuerpo
Comer, beber, dormir y vestirse son las necesidades del cuerpo y tenemos que satisfacerlas. Prudencia que te he encargado como deber hacia ti mismo es esencial en todos casos. El hombre cuando pasa los límites en la satisfacción de sus goces sensuales pierde su dignidad. Comer, beber y dormir demasiado embrutece al hombre y el que pasa demasiado tiempo y dedica demasiada atención a su vestido, pierde tiempo y atención para objetos de más valor. Hazlo todo en debido tiempo, con debida atención y con debida gratitud al que te da lo que necesitas. Vístete siempre con decencia y aseo y créeme que comida, bebida, sueño y vestido influyen materialmente en el espíritu. Hazlo todo con orden y moderación.
Los Estudios
El objeto del hombre es perfeccionar su alma y esto lo consigue por medio del estudio, para lo cual tiene la naturaleza y la experiencia de otros o suya propia. De todo saca el hombre observador y pensativo utilidad para su alma. Hablándote de religión te he dicho ya que por la naturaleza y por instrucciones de otros obtendrás religión; te repito lo mismo de nuevo.
Es el estudio más principal, el de la naturaleza y bajo él puedes comprender La Historia Natural, La Astronomía, La Geografía.
Solo por ti aprenderás muy poco o nada; las instrucciones deben siempre ayudarte y con ellos ganarás también Idiomas Extranjeros e Historia Universal.
Como en todo, debes usar también en los estudios de la prudencia. El que se entrega a ellos sin orden, sin regularidad, no aprenderá nada a fondo y no podrá hacer uso de ninguno de sus sentidos. Soy muy amigo de estudios seguidos, constantes; pero no de tal modo que perjudiquen la salud. Para unir estos puntos es precisa una buena repartición del tiempo. Ciertas horas al día, de estudios, ciertas de pase, ciertas de descanso y casi todas de ellas pueden hacerse útiles.
Para estudiar con provecho deberás estar al lado de un hombre que supiera dirigirte. A un tal hombre lo debes considerar como tu amigo; a todos tus preceptores trátalos con cariño y confianza, al mismo tiempo con respeto, porque ellos ayudan a tus padres a labrar tu felicidad.
Hasta el recreo debe ser para ti objeto de estudio. Quiero que aprendas a tornear, a encuadernar, a dibujar, etc. Esto te será muy agradable y de mucha utilidad; dedícate a ello con sumo esmero. El ejercicio del cuerpo no lo debes abandonar tampoco: aprende a nadar y a hacer ejercicios gimnásticos; haz largos paseos a pie, pues esto fortalecerá tu cuerpo y alma.
Compañeros
Es este un punto cuya importancia no puede ponderarse. Si tienes la fortuna de hallar un amigo que te acompañe en todos tus estudios y recreos, sacarás doble provecho de estos. Para que encuentres esto en tu amigo debe tener las siguientes cualidades, que sea de la misma edad tuya, que tenga un carácter afable y bueno y deseos de aprender; también debe su carácter simpatizar contigo. Tus compañeros naturales son tus padres; si yo te llegara a faltar, tendrás padre y madre en esta última. Mayor cariño que el maternal no encontrarás nunca más, tu madre te será todo, seas tú todo para ella. Nada debes emprender sin consultarlo con ella, ningún secreto debes tener ante ella nunca, ella estudiará contigo, paseará contigo, conversará contigo; en tus enfermedades y calamidades ella te asistirá y consolará; en tus felicidades no encontrarás quien se alegre tanto de ellas como tu madre. A ella siguen tus preceptores, si sabes granjearte su cariño, tendrás en ellos amigos. Te enseñarán con gusto, te asistirán en todos tus estudios. La virtud que más te recomiendo para con tus amigos es la fidelidad; sus secretos deben serte sagrados, sus alegrías las tuyas y tuyos sus pesares. No permitas jamás que los celos, envidia, rivalidad o tantos otros vicios que rebajan al hombre, tengan entrada en tu corazón. Infidelidad es traición; ¡mancha más grande no cabe en el alma de un hombre! Fiel haz de ser a los que confían en ti, hasta el último momento de tu vida y aun infidelidad de parte de otros contra ti no te autoriza para usar de iguales armas.
Oficio
Yo deseo que tú aprendas un arte para tu sostenimiento. Un artesano bien instruido que conoce su profesión a fondo, es el hombre de una independencia más grata. Quisiera que aprendas el oficio de carpintero, arquitecto o ingeniero. Sin embargo, si tus inclinaciones fueren otras, no quiero exigir de ti que les hagas fuerza; más si te encargo que aprendas de todos modo un oficio del cual puedas agarrarte si fallare en las ocupaciones que elijas para ganar tu vida. Si te dedicares al comercio es muy factible que te encuentres alguna vez en malas circunstancias y en estas tienes siempre un refugio si sabes un arte. Lo mismo te puede suceder si estudias la medicina o la abogacía. No trates nunca de existir de destinos públicos.
En todas las transacciones de tu vida debes ser eminentemente honrado. La buena fe no la debes violar en lo más mínimo. Tu palabra te sea sagrada para que lo sea para otros. No te desvíes jamás un ápice de la verdad, no manches tu lengua con mentiras, porque esto degrada.
Intereses de otros que te sean confiados los debes cuidar más aún que los tuyos propios y no seas ligero en admitir asuntos ajenos, sino ten siempre presente si tus facultades y tu tiempo te permiten cumplir con los deberes que te impongas.
Por principio haz de considerar que ningún trabajo deshonra, a menos que salga de ideas inmorales reprobadas por las leyes divinas y humanas; más bien te digo que un oficio, destino o trabajo por honroso e importante que sea, refleja dignidad ninguna sobre el que lo desempeñe, si él mismo no sabe darle dignidad por el modo como lo desempeña; y viceversa, muchos trabajos que al ojo vulgar de la sociedad parecen mezquinos pueden ser muy honrosos para el que los tiene a su cargo. Trata siempre no solo de ganar dinero, sino de hacerte útil a la sociedad en la cual vives.
«Isaac Joseph Pardo Nehemías Abendana«
Dios guarde a V. E. muchos años.
Luis Alejandro Aguilar Pardo
@Nash_Axelrod