Lo último que recuerdo. Estaba corriendo por la puerta. Tuve que encontrar el pasaje de vuelta. Al lugar que estaba antes. Relájate dijo el hombre de la noche. Estamos programados para recibir. Puedes consultar en cualquier momento que quieras. Pero nunca puedes irte.
The Eagles
Canción -Hotel California-.
Custodio pasó buen tiempo en la forja cotejando el oficio de templar metal. El Señor absuelve menos al cornudo que al putañero, pensaba dándole de martillazos a aquella barra candente de aleación que recogía la ira. La mayor ración de furia le apretaba ese paradójico palacete de sangre y pulso que es el corazón partío. Lo que no sabía era que la negra, áspera de amor, lo descubría a él en el arrojo con otro, por ser la esposa ardiente e infiel a la hora de asar las castañas de la lascivia, la lubricidad y la lujuria.
Cada golpe de cintura de la negra en su mente era una puñalada trapera. Por qué no comprar una pistola o un revólver. Cada rebote de pubis, una virosis mortal. Mejor veneno. Las imágenes aparecían en cascadas de coraje. Ríos caudalosos de cólera a raudales. Tal vez los atropelle. Rió de gusto por cada invención fatal porque no sabía conducir. Mientras llegaba el tiempo de fingir que continuaba sereno. Que los cachos de cornudo no se vieran a leguas. Y que las lenguas bífidas solo fueran para la trastornada latina con furor uterino.
Las horas de angustia se instalaron como el gobierno de facto. Su diablo interino, o sea, su Dios-Dado íntimo, instituía un comando de pavor en el serenado ángel, hoy poseso al modo Exorcista. Los días pasaron y la tensión local también. Con la gente chismosa a raya y los intrigantes en casa, las cartas estaban echadas para actuar. Pero qué era actuar. Cómo se hacía eso. En qué se ha trasformado. Quién era ese que es y no es. A eso súmele la falla de servicios púbicos pues los públicos son otra cosa, y están peores que nunca.
Pasar la página política no es nada fácil para ninguno. La peor página siempre es la económica porque de no tenerla quedas en la introducción. No necesitaba tener nociones de intendencia para saber que en su tierra dos más dos, no suman, solo restan. Casi siempre no cuadran los cómputos y las auditorías no regresan en sus crónicas de atraco avisado, pero abundan en oponentes cual vendetta forajida. Pregunten a Superlano o a Supermán mejor. Ríe por no llorar. La única página que no ha querido pasar en el libro de vida con la negra, era la de la infidelidad. El sentimiento vivía en pie de guerra, esos días donde la hoguera de la indignación avivaba el pebetero del desconcierto. No entendía cómo había cambiado así. Era un bicho de Kafka. Apenas si se conocía. Ahora todos los días iba al bar, a ver qué cosa escuchaba de su negra, disfrazado de ángel, pero por dentro era un arcángel endemoniado.
Por la tarde paseaba en el parque cercano a la parroquia. Día y Noche sentía mudar de piel. Cómo pudo pasarle eso, si la serpiente es ella. La ecdisis o muda de piel de víbora, lo hacía sentir rastrero, y su la lengua bífida, venenoso. Todo al envés. Ella cambia de mate, mientras ángel cambia de navaja. Esa pico-de-loro, perica, que arrastra serpenteante tras las feromonas de los renegados para acabar con ese sorbo ácido de la ira y asimilar los cuerpos ya corruptos de sus apremios diabólicamente asesinos.
La agitación del apuro, llegó para durar. En el entretanto indagó algo del arma Xifos. Resultó ser un espadín secundario del ejército griego antiguo, luego de la lanza o jabalina. Un espadín recortado de doble filo para una sola mano, tal como precisaba Custodio, ideal para su firma, como arma principal, y junto al cuchillo Cobra de apoyo. Era coherente que a su rastrero íntimo le venía bien el apodo del cuchillo con calificativo de serpiente mortal.
Sin embargo, el cuchillo Cobra, fue diseñado según réplica de espadas históricas y eran especiales para cualquier necesidad técnica del día a día. Basado en el tradicional Kindjal, el cuchillo Cobra para defensa personal, tiene mejor diseño y ha sido y es, el más usado en la historia. Además el pomo con escama de goma dura proporciona fuerte agarre en cualquier uso incluso con guantes. Todos los particulares la hacen un armazón confiable y de respaldo estupendo. Ya imaginaba verse como demonio en cuerpo de ángel, blindado como un tanque, reptante como una víbora, y decidido, como quien no tiene que perder.
Una tarde cuando vagaba por el parque parroquial creyó ver algo. La negra paseaba acompañada. El hombre de mediana edad, fornido y de baja estatura, sonreía pícaro. Ella respondía a su picardía con discreción frontal. A la distancia, no se podía estar más cercano a la acción. Los gestos dijeron más que las voces. Los roces apuñalaban al ángel caído en desgracia, al vengador metamorfoseado. La parca susurraba a gusto en las orejas del ángel.
Marcantonio Faillace Carreño