«Que hablen de mí, aunque sea mal»
Oscar Wilde
Claro que al Coronel psicópata, narcisista, licántropo y voyerista le gusta que hablen de él, pero que hablen bien, porque eso es un combustible que alimenta su ego narcisista. Se siente tomado en cuenta y eso es lo que a él le gusta, que lo admiren, que lo adulen, que sientan que es autoridad. Pero experimentar gozo en el ego cuando se le enumeran los desafueros morales, bestiales y demoníacos, eso es patético. Al fin su cerebro está lleno de basura psicópata y narcisista.
Los corruptos de todas las épocas blanden banderas de honestidad y usan engañosas frases para sorprender la buena fe de la gente empática e inocente. Toman para sí palabras como honestidad, decencia, moral y corrección, y las usan como escudos pretendiendo blindar su integridad y su reputación ya manchadas y desgastadas por la siniestralidad de su desprestigio, cuando el hedor de la maldad y la corrupción los acusa. Usan frases como la de Wilde, para sorprender a la gente que no imagina ni remotamente que detrás de una fachada con apariencia normal, se esconde un corrupto, depravado y astuto criminal.
Al tratarse de un zorro mañoso, que por la práctica y no por inteligente, tiene muchos años ejerciendo furtivamente la delincuencia institucional de bajo perfil. ¿ Cree usted que a las primeras de cambio, cuando alguien lo interpela?, siendo un depredador social (psicópata encubierto ), un narcisista ( cuyo combustible es que lo admiren) , un depredador sexual de sus empleadas y otras vulnerables niñas porque es un violador o agresor sexual, además de un perro que muestra los dientes y salpica saliva (acechando para embestir ) y que en efecto agrede como depredador salvaje por su licantropía, siendo* voyerista* ( espía por las cámaras para sentir placer sexual) ; y le inquieren o le preguntan de que diga si es cierta la sospecha, el rumor , la acusación, la voz pública que denuncian sus deudas con la justicia ; que describen sus malas mañas y sus trastornos de la personalidad, que informan que fue puesto en situación de retiro por no expulsarlo porque no se le podía ascender a General por delincuente; entonces el criminal les vaya a decir que sí , que sí es cierto, con una aquiescencia o aceptación inusitada y espontánea. ¡Craso error! Y mucho menos va a admitir sus retorcidas felonías y criminalidades mientras ostente algún mediano y alcahueta respaldo, por el cual se sienta a salvo.
¡Que ingenuidad! creer que el aberrado e insano psicópata narcisista, voyerista y licántropo va a hacer su propia delación y va a confesar delante de un grupo de subordinados que sí, que él es culpable y que es un criminal encubierto y que todo lo que corre en los medios y redes sociales es verdad. ¿Que sí, que sí es cierto que por criminal no le permitieron graduarse de General sino que lo mandaron a retiro por lástima? No crea usted ingenuamente que a las primeras de cambio se va a auto incriminar, ni se va a delatar. Tendrá que hacérsele preso para que vestido de azote social, con overoles, admita entre otras múltiples criminalidades, por ejemplo que se ha enriquecido robando la comida y a costa del hambre de muchos.
Cuando sale de la boca de un corrupto y delincuente como el Coronel psicópata , narcisista, voyerista y licántropo , la frase «Que hablen de mí, aunque sea mal», es para distraer, es un trapo rojo, para engañar a la audiencia y que la gente desprevenida haga caso omiso de lo que ya es evidente , lo que es sabido por todos , «que es un delincuente de siete suelas , con abominables trastornos de la personalidad , aunado a otros síndromes », que quiere hacerle creer a la audiencia que no le importa todo lo que ya se sabe de él , mientras siente el miedo y el frío que recorre su estampa porque sabe que le debe a la justicia y que el largo brazo de la ley le pondrá los ganchos.
Política, corrupción, delincuencia, juego sucio, tráfico de influencias, estafas, infidelidades. Eso lo leemos en una de las obras de Wilde. Casualmente, todo lo que involucra la vida parasitaria de este insano Coronel depredador social, depredador salvaje, depredador sexual y voyerista.
El gran Oscar Wilde, pensaba que era mejor que hablaran de él aunque fuera mal, porque era preferible que pasar inadvertido como dramaturgo. Pero recordemos que Wilde era un hombre sano, no era un corrupto, ni era psicópata, ni narcisista, ni voyerista, ni licántropo. Oscar Wilde fue un escritor, poeta y dramaturgo británico, famoso por su habitual ingenio y al referirse a que prefería que hablaran de él a que no hablaran, se refería a sus obras, a su calidad de escritor.
Este depredador, el insano Coronel preferiría pasar inadvertido de sus crímenes y de sus aberraciones, pues lo menos que pensó es que habiendo practicado por tantos años la forma parasitaria y reptil de robar o hurtar y de apropiarse de lo ajeno con subterfugios y de sacarle provecho criminal e ilícito al giro lícito y legal de alguna empresa del Estado, después de tanto adiestramiento delincuencial, ahora en la canicie y zorro, se sepan y se hallan descubierto todos sus modos de operar.
El desenmascarado Coronel psicópata narcisista, voyerista y licántropo; por sus propios trastornos se siente impotente al no poder controlar, al no poder manejar, los medios ni las redes sociales y evoca frases estériles, porque está descubierto. Este majadero piensa que la libertad de expresión debiera estar sometida a su control y a su manipulación con tal de que de él no se diga nada que no le convenga, así se traduce en boca del psicópata la expresión «Que hablen de mí, aunque sea mal».
Este desalmado infernal lo último que quiere es que se diga toda la maldad de que es capaz, lo último que quiere es que se descubran todas sus criminalidades. Es un falso, un truhán. Su mente está llena de cuanta basura inmoral pueda usted imaginar. Es tramposo y retorcido, y como él mismo expresa, «piensa del psicópata narcisista todo lo mal que puedas y acertarás». Todo lo bajo, sucio, detestable y repugnante; todo lo injusto e inmoral, todo lo ilegal y lo pérfido; todo lo malvado e insano, todo lo canalla y lo hipócrita; cualquier imagen maléfica que usted pueda recrear en su mente, de todo eso es capaz este Coronel maldito.
Cuando los psicólogos luego de un estudio científico de los pacientes hacen su prognosis, con ella no hacen proyecciones, es decir no se refieren a sí mismos. No crea usted que cuando el psicólogo dice que el Coronel es un psicópata, narcisista, voyerista y licántropo, es porque el psicólogo se está refiriendo a su propia persona. No, ¡craso error y fútil evasión! , se está refiriendo al Coronel, a este alevoso individuo que está actuando un personaje para poder calar en sociedad, es un psicópata encubierto e integrado, disfrazado de gente buena y normal pero está lleno de maldad y corrupción.
Y ya sabemos que trastornados como el Coronel felón, mantienen el control a través de la manipulación y el miedo y al no poder ejercer control de lo que es público, notorio y comunicacional sobre sus criminalidades, deshonestidades, inmoralidades, e ilegalidades; entonces pronuncia esas expresiones estériles, amparándose en un nosotros que se traduce en el psicópata narcisista como, «menos mal que ya no me observa ni me estudia». No es un nosotros, no tiene que ver con una institución ni con un equipo de trabajo, ese nosotros es una forma oculta del ego del enfermo, que se siente aliviado de no tener cerca a quien lo ha puesto al descubierto.
Como de costumbre el Coronel psicópata narcisista, voyerista y licántropo, al saberse desenmascarado, al saber que todos ya están al tanto de los rasgos de su personalidad; pretende escabullirse por la tangente. Al saberse desnudo ante los ojos de sus subordinados, a quienes en su interior los asume como inferiores a él y los manipula, tratando entonces de banalidades lo que es un secreto a voces y que se mantiene en el cargo no por talento, sino por amiguismo y por falta de probidad.
Recuerden que el Coronel psicópata, narcisista, voyerista y licántropo, es un actor, pero un actor de maldad, una persona con vacíos, que se disfraza de gente empática para poder calar o encajar entre gente normal, pero que en su cerebro tiene montada una casa del truco, una casa del horror.
El Coronel psicópata narcisista, voyerista y licántropo, es expresión del mal y la maldad y la perversión constituyen el fin de sus actuaciones; da velados consejos perversos, alienta la discordia, la desconfianza y adopta todos los disfraces para engañar arteramente. Se sabe descubierto, está desnudo ante los ojos de todos y con un calderón hirviendo.
Escoge como víctimas a las personas de carácter lo bastante débil para que accedan a sus sugestiones y hace esto a fin de empujarlas hacia su perdición. Ávido de poder, se enfoca en retrasar el progreso de sus víctimas, haciéndolas sucumbir ante las pruebas que les impone sufrir. Se cree con la potestad de entrometerse en la vida privada de la gente e induce a sus monos voladores y a otras personas incautas, a que cometan violaciones a la ley irrespetando a las víctimas que él ha seleccionado. ¡Hágale esto, dígale aquello, mencione lo siguiente, provóquelo de esta forma, ignórelo, métale esta conversación a ver que dice! Usted cuenta con mi apoyo. Y asoma su sonrisita burlona y timadora a media jeta. Siempre tira la piedra y esconde la mano, que no se sepa que es él quien maneja a los títeres. Que no se sepa que es él quien envía a violar los derechos humanos de sus víctimas. Siempre envía a otros y él se queda resguardado y escondido en su cubil de perro, en su burbuja narcisista. Así maneja y manipula como títeres a otros que creen que al obedecer al psicópata entonces no cometen delitos.
Se le reconoce por su lenguaje trivial y grosero que denota siempre inferioridad moral sino intelectual. Sus actos denuncian la bajeza de sus inclinaciones y si quiere inducir a engaño expresándose de una manera sensata no puede prolongar mucho tiempo su comedia y termina siempre por dejar traslucir su origen y su verdadera personalidad. Su maldad es de origen, es genética, viene descompuesto de fábrica.
Se ve a sí mismo como una divinidad maléfica y sus monos voladores lo designan como el Jefe demonio o espíritu del mal, una aproximación al diablo. Es propenso a cuantos vicios engendran las pasiones viles y degradantes y lo caracteriza la crueldad, la bellaquería y la hipocresía, además de la avidez y sórdida avaricia.
Practica el mal por el mero placer de hacerlo, casi siempre sin motivos para ello y por odio al bien escoge las más de las veces a sus víctimas entre las personas honradas. Es una plaga para la sociedad y su barniz de civilizado no le exime de la bajeza y de la infamia.
Me aseveraba un estimado alumno. Profesor, la circunstancia por la cual delante de mí no haya hecho este Coronel sus felonías, no significa que no las haya hecho. Por supuesto, le respondí, las hizo delante de otros y con la complicidad de otros. Y en efecto, lógicamente los delincuentes no van a buscarse por lo general testigos para dejar registradas sus criminalidades, sino coautores, cómplices y encubridores. Además siempre hay monos voladores a quienes les cortaron las alas y son los principales delatores, hay gente honesta que se entera de los delitos y los delata, que en algún momento sirvieron de tontos útiles y admiraban al depredador, hasta que entendieron que habían sido usados.
Otros defensores por intereses creados, que se arrastran cuales reptiles y entregan su autoestima de la forma más aberrante, pueden exponer que a ellos no les consta, pero igual no les consta lo contrario, que si ellos no saben de los delitos del psicópata, narcisista, voyerista y licántropo, eso no significa que el Coronel no sea un delincuente. Hasta ahora esta basura psicópata se ha sabido esconder. Pero no hay crimen perfecto y este psicópata narcisista ha dejado muchos rastros y hay mucha gente interesada en ponerle los ganchos. Porque es que su narcisismo lo induce a alardear. Por los signos exteriores de riqueza y el incremento inusitado de sus bienes y patrimonio que ha adquirido no obstante tener un menguado salario, él ha mostrado el camino hacia el botín.
Defender a este delincuente verde, sería como cuando los sobrinos defienden al tío de no haber violado a sus primos, porque a ellos no los violó. «El enfermo comete sus crímenes con la mayor incógnita posible aprovechándose de la inocencia de unos y tapándose y escudándose en la credulidad e ingenuidad de otros».
Casi siempre, a las acciones de los malvados las persigue primeramente la sospecha, luego el rumor y la voz pública, la acusación después y, finalmente, la justicia. (Cicerón)
Crisanto Gregorio León