•Los ajustes cambiarios nos obligarán al consabido ajuste del cinturón; mientras el gobierno, con premeditación, ya ajustó su buche para lucir buchón. ¡No es justo!
•“No estoy enojado porque me mentiste. Estoy enojado porque de ahora en adelante no podré creer en ti”. Friedrich Nietzsche
•No tenemos que renunciarle a la vida la posibilidad de vivirla en abundancia aun cuando tengamos que arroparnos con la cobija de la escasez
•Así sea el Año de la Serpiente, Venezuela no debería andársele arrastrando a la China
•Cuando se es joven e inmortal creemos que el mundo gira sobre nuestro propio eje (je,je,je). Dios también se ríe de nosotros cuando planificamos
•Uno como chismoso pueda que no crea todo lo que oye pero siempre estará presto a repetir las bolas que corren para que éstas piquen y se extiendan
•Cada vez que llega el carnaval carioca se nos agua la boca y se nos llena el pensamiento. Y tanto movimiento nos mueve a pensar que sexo opuesto es igual a sexo expuesto
•Todo padre (eso incluye a la madre, porsia) quiere que su hijo(a)sea hombre(o mujer)de provecho. Lo cual no significa que sea un(a) aprovechado(a).. ¡Aproveche la advertencia!
•“Dime con quién andas y te diré quién eres”, reza el adagio popular. Jesús anduvo con Judas. Sin embargo, sería un sacrilegio verlo como tal
•Yo le temo más a la mujer que se trae algo entre piernas que a la que se trae algo entre manos
•Ver a Cilia Flores y al Vice Jagua cargar sendas imágenes de la Virgen me hizo recurrir a mis reservas misericordiosas. El perdón es una vía hacia la santidad a pesar de nuestros rencores
•“Veo a Dios en cada ser humano”. Madre Teresa de Calcuta
•“El amor es ciego y no se fija en pequeñeces”, reza el dicho. Pero uno debería orar para que por lo menos sea miope
•La vida que no es vida no tiene sentido de existir
•La mayoría de nuestros problemas carecen de solución porque son inexistentes
•Nos vamos con la anécdota de la semana .Esto pasó “jase muchos años” ( como dice el pasaje de Florentino y el diablo) con un personaje muy popular llamado “El Chingo El Pelón”. Sí, así como lo leen: dos apodos en uno. Aunque él no era chingo pero sí pelón como una bola de billar. El Chingo El Pelón era un hombre joven, de unos treinta años diría yo, muy buena gente él. Un buen día decidió, como la gran mayoría de nosotros, contraer matrimonio. Que como decía Marco A. Almazán, el término suena así como a enfermedad contagiosa. Y peor, pienso yo, si lo cambiamos por “contraer nupcias”, que se le acerca mucho a náuseas, las cuales se hacen presentes en algunos casos. Bien, El Chingo El Pelón, tenía su noviecita. Algo necesario hasta que no se invente otra cosa que le permita a uno casarse con uno mismo. Ambos se ponen de acuerdo y van a hablar con el padre Carlos Madrigal Pentón. Lo recuerdo muy bien porque yo era el mona(guillo conmigo). Este fue más que menos el texto de la conversación: “¿Y tengo que hacerlo, Padre? “No tienes escapatoria, hijo”. Es una exigencia si quieres casarte santamente. “Padre, pero…”Nada, hijo, yo no puedo hacer nada”. “Está bien, Padre” “Padre, ¿Y las amonestaciones?.¿No las podríamos evitar? Todo el mundo se va a enterar”. “No necesariamente. Solamente quienes vengan a misa y a quienes se lo cuenten los que vengan“. Los siguientes domingos, yo, que leía las amonestaciones, porque el sacristán no sabía leer, anuncié la boda de “EL Chingo El Pelón” con la señorita Justa, quien luego sería Justa la del Chingo El Pelón”. Nomás oyeron los feligreses la noticia, la iglesia se vino abajo con un murmullo como de enjambre de abejas. Casi no dejaban terminar al padre la misa. La noticia se regó por todo el municipio San Miguel, cuya capital Aguada Grande, tendría el privilegio, el caché, de ser sede del casamiento.
Sin embargo, no se pediría invitación ni contraseña especial, para los habitantes de Las Playitas, La Turiquía, Topeye (donde nació mi mamá), y otros caseríos aledaños. Llegado el gran día (D day)no cabía un alma en la iglesia!¡Todos estaban chingos por ver al chingo casarse! Ahí entran los novios! Gritó alguien del público !Alfin! ¡Se lo quitó! !Gracias a Dios por matarnos la curiosidad! Gritó otro asistente. Y de ahí en adelante la ceremonia se realizaría en santa calma y cordura. ¿Pero a qué se debió el misterio de la conversación con el padre y la algarabía reinante al momento del casamiento? Ya se los cuento: Resulta que al Chingo, nadie en el pueblo, jamás de los jamases le había visto la cabeza pelada(ni siquiera su novia). Porque siempre había usado un sombrero pelo e’ guama (a lo Dick Tracy) que se lo enterraba hasta las orejas.
Y, según fuentes fidedignas, no se lo quitaba ni para dormir. Tampoco quería quitárselo durante la boda. ¡ Y ese había sido el santo misterio de la conversación y el casamiento! Terminada la ceremonia, El Chingo El Pelón, saldría del recinto de la iglesia dejando el pelero, como si hubiese estado sentado en un hormiguero. Ya fuera de ella, para desconsuelo de los asistentes, volvería a encajarse el sombrero para siempre, como había sido la característica toda su vida de soltero. Esta historia me da pie para ver la curiosidad como una pariente muy cercana al chisme, que quizá no mate como éste, pero si deja a uno aturdido