Recientemente se popularizó en las redes sociales un audio en el cual una voz femenina repetía incansablemente, sobre un rítmico fondo de sonidos electrónicos, la frase “no me importa, no me importa, no me importa”. Si bien el tema ha sido utilizado por cientos de tiktokers e instagramers para sus publicaciones en esas populares aplicaciones, tanto la base musical como el texto son repetitivas y sin mayor pretensión artística. ¿Qué hubiese ocurrido con este viral tema “musical” si en lugar de usar esta expresión tan plana y simple hubiese utilizado algo más elaborado como nuestra conocida expresión popular “me sabe a casabe”?
Si bien ambas expresiones tienen la misma intención, la nuestra tiene una estructura más elaborada, respaldada por una forma conocida literaria. Muchas de las frases o expresiones populares en Venezuela están cargadas de ironía, humor, doble sentido, pero sobre todo, de mucha chispa criolla. Décadas atrás los refranes heredados de la tradición castiza eran profusamente usados por la gran mayoría de los venezolanos, sin distinción de clase, pero con el tiempo han sido sustituidos por frases, igualmente ingeniosas, algunas de las cuales son adaptaciones de expresiones de otros idiomas o tomadas de personajes de programas o novelas de la televisión nacional.
Este repertorio de expresiones populares venezolanas está lleno de referencias gastronómicas que le dan sabor y le ponen picante a nuestra forma de hablar. Aún recordamos al presidente Luis Herrera Campins por la frecuente inclusión de refranes en sus discursos y declaraciones públicas, o el periodista y cronista caraqueño Óscar Yanes quien al grito de “chúpate esa mandarina” resaltaba los aspectos importantes de sus relatos. Sabiduría en píldoras, expresadas de manera jocosa, valiéndose de imágenes conocidas y compartidas por los miembros del ente social en el que se contextualizan.
“Se juntaron el hambre con las ganas de comer” dicen muchos venezolanos cuando confluyen personas con formas de ser o intenciones similares. Y si de hambre se trata, “lo que no mata, engorda” y, de más reciente creación, encontramos expresiones como “con más hambre que un piojo en un peluche”, “come más que lima nueva o un remordimiento” o “sale más barato vestirte que alimentarte”.
Las referencias a frutas son extensas. Algo o alguien fastidioso se traduce como “Una piña debajo del brazo”. Las intenciones ocultas se transforman en una “concha de mago” mientras que el desorden es “un arroz con mango” o un “pasticho”. La papaya denota algo muy fácil de hacer y un “mango bajito” es una oportunidad que no hay que desaprovechar. “Sembramos mango y salió parchita” puede referirse a un resultado inesperado, aunque también pudiera tratarse de una expresión homofóbica, políticamente incorrecta a la luz de nuestros días. En tal caso sería el equivalente a las expresiones “se perdió esa cosecha” o “se partió esa galleta de soda”, ya en desuso.
Los frutos cítricos han inspirado refranes como “Si del cielo te caen limones, aprende a hacer limonada” que nos invita a aprovechar las oportunidades o expresiones como “Ni es chicha, ni limonada” para referirse a la falta de definición en las intenciones o hechos concretos. Una sencilla negación la matizaremos diciendo “Naranja china, limón Francés” o para expresar habilidades en la ejecución de alguna tarea solemos decir que “eso está más fácil que pelar mandarina”.
Nuestro cacao también se hace presente en el extenso repertorio de locuciones populares venezolanas. En la época colonial a los dueños de las haciendas cacaoteras se les llamaba Gran Cacao, de allí viene la costumbre de llamar de esa manera a las personas con gran fortuna económica. La expresión “se la da de gran cacao” se aplica a aquellas personas que aparentan ser de estratos económicos a los que realmente no pertenecen. Por otro lado, “pedir cacao” es equivalente suplicar, implorar, pedir perdón y estar “como agua para chocolate” es estar molesto, enojado. Así como nos gustan “las cosas claras y el chocolate espeso”, también disfrutamos de un buen café. Pero cuidado, cuando le dan “matica de café” a alguien significa que lo despidieron de su trabajo, le “cortaron las patas” en una relación o lo aplazaron en una materia de la universidad, por decir lo menos. En casos extremos puede referirse a que lo enviaron al otro mundo, es decir, “le dieron chuleta” y pasó a ser “mortadela”.
Del reino animal hemos tomado inspiración para expresiones memorables como la vieja sentencia de que “a cada cochino le llega su sábado”, ese día fatal en donde el pobre chancho recibe el “palo cochinero”. Evidentemente es una metáfora a la aplicación de la justicia, terrena o divina, cuando los condenados deben expiar sus culpas. El tal caso, tenemos expresiones tan sutiles como “estás en salsa” que implica cierta advertencia o amenaza, dependiendo de la gravedad de la falta, hacia la persona que obró indebidamente.
La moderna publicidad se ha aprovechado de nuestras expresiones populares para ofrecer productos “a precio de gallina flaca”. Cuando nos topamos con alguien muy astuto se lo reconocemos diciéndole “cuidado te atropella un carrito de helados” o “cuidado te pisa una rueda de tomate”. Si arribas muy temprano a una fiesta se te acusa de “llegar a freír los tequeños” y si tu piel exhibe una fantasmagórica palidez te dicen que “estás más blanco que tequeño crudo”.
A través de muchas de estas expresiones podemos resaltar atributos y defectos. Una persona de grandes conocimientos se le dice que “sabe más que pescado frito” o también que es “el papá de los helados” o “la reina del arroz con pollo”. Quienes hacen grandes aportes a sus familiares, amigos o, incluso, a desconocidos son “más buenos que comer con las manos”. Por el contrario hay personas que resultan ser “una chupetica de ajo” por intragables. Son tan insoportables y engreídas que se creen “la última Coca-Cola del desierto” pero al final resultan ser “mucho chicle pero poca bomba”. Hasta para el moderno bullying o nuestro tradicional chalequeo hay expresiones simpáticas: “Pareces una hallaca o un bollito mal amarrado”.
Dos personas que no se llevan bien son “como vinagre y aceite”. Si te mandan a “freír espárragos” o a “ver si el gallo puso” seguramente no te quieren tener cerca por un buen rato. Cuando te sientes aludido por los comentarios que otra persona hace de manera genérica, seguramente es porque te identificas con el relato: “el que se pica es porque ají come”. Hay situaciones que pueden resultar “más peligrosas que un tetero o una hallaca piche”.
En cuanto a las relaciones amorosas, quienes le coquetean a la pareja de otro le están “soplando el bistec” o “pellizcando la arepa”. Hay quienes afirman que “amor con hambre no dura”, mientras que los más románticos proclaman “contigo, pan y agua”. Pero en algo todos estaremos de acuerdo: “barriga llena, corazón contento”.
La exageración es un recurso expresivo presente en el habla del venezolano. Para referirnos a personas inquebrantables en sus principios y convicciones solemos decir que es “más duro que sancocho ‘e pato” y hay quienes van más allá y modifican la expresión por “más duro que sancocho de tuercas”. Nos gusta sobredimensionar los hechos para causar mayor impacto: “tengo plata como arroz picado”, “más apretados que sardina en lata” o “más fresca que una lechuga”.
El venezolano no sólo habla cantando, como dice la conocida canción de Conny Méndez, sino que también lo hace con sabiduría, inteligencia y con mucha guasa. Como “cada pulpero alaba su queso” y “a nadie le amarga un dulce” estoy seguro de que mis lectores habrán disfrutado recordando algunas de estas expresiones y seguramente me dispensarán haber dejado por fuera otras tantas que quizás no recuerde o no conozca.
Miguel Peña Samuel