Este artículo también ha podido titularse “Venezuela en su Disyuntiva”. Pero, como no está clara una alternativa frente al modelo de concentración de poder, populismo y pobreza que han promovido exitosamente los gobiernos chavistas, calificar nuestra coyuntura como “disyuntiva” sería un lujo porque sabríamos que hay que escoger entre A y B.
Al autodestruirse la industria petrolera por incompetencia y corrupción, colapsó el modelo autoritario-rentista llamado PetroEstado; caracterizado por rentismo, estatismo, presidencialismo, centralismo, partidismo y clientelismo populista. Pero, ahora, la sociedad venezolana no sabe para dónde se dirige porque no se ha construido ni divulgado un relato alternativo que contraste con el modelo de poder, populismo y pobreza. Por ello decimos que aquí no está planteada una disyuntiva ni alternativa ni opción alguna, sino un laberinto.
La oposición partidista se ha autonombrado en negativo “oposición” (“te vendo un no gobierno”) y sus dos principales errores han sido su divisionismo y criticar para sacar a quien gobierna, en vez de proponer para cambiar cómo se gobierna. Con honrosas y minoritarias excepciones, los opositores políticos no ha planteado privatizar las empresas del Estado; mencionan, pero nunca vehemente, la descentralización; hacen alusión a la separación de poderes, pero, cuando recién controlaron el Legislativo, su administración no ha podido ser peor; ni mucho menos hablan de sustituir el rentismo petrolero por una economía diversificada. ¡No señor! Entonces, ¿Qué es lo que quieren, cambiar al repartidor, pero mantener el modelo autoritario rentista de reparto clientelista, populista, pobreza y corrupción?
El gobierno no termina de decidir si abandona la locura en que nos metió. Algunos de sus integrantes son radicales y han presionado exitosamente a sus compañeros reformistas para no privatizar, descentralizar, ni separar los poderes públicos. Si el modelo hegemónico, estatista y represivo fuese viable, habría una solución al laberinto, aunque muy lamentable. Pero esa locura no es viable y, en cualquier momento, puede explotar.
La mayor prueba de que el camino alternativo no está claro es que el autor de este deslucido sainete que se llama “Los Últimos 23 Años”, el señor Hugo Chávez, sigue teniendo el 58% de aprobación de gestión. Esto quiere decir que quienes no forman parte del oficialismo no hemos aprovechado la crisis multifactorial para desnudar y hacer tomar conciencia de los atropellos cometidos en contra de la ciudadanía y la Constitución en nombre del socialismo, del cual NM es sólo un heredero que tuvo la desgracia de que se le cayeran los precios del petróleo y cometió el error de seguir administrando a PDVSA bajo los mismos criterios de clientelismo y corrupción de la administración Hugo Chávez-Rafael Ramírez.
Tampoco ayudarán a aclarar el rumbo, sino a oscurecerlo, los patéticos resultados electorales que se avecinan dado que no ha habido forma de que los opositores presenten un solo candidato; no digo más nada. El mundo al revés, seguido de una intensificación de la emigración.
A estas alturas, debería estar claro para el 87% de la población que no se identifica con el chavismo que el modelo alternativo al autoritarismo rentista es el de una economía y exportaciones privatizadas y diversificadas, por ende, pluralista; descentralizado y con amplia separación de poderes.
Ante los disparates, inconsecuencias y mezquindades de esa gran mayoría de políticos de ambos bandos, que no dan la talla, le corresponde a los únicos dos sectores con un neto de aprobación de gestión en positivo, la Iglesia Católica y los Empresarios, asumir el liderazgo, y no para caer en ese juego del “quítate tu pa’ poneme yo”, sino para aclararle el rumbo al país, hacerle ver cuál es la alternativa a esta desgracia que vivimos y plantarle cara a NM para que deje de coquetear o de ser veleta de sus radicales y asuma la responsabilidad de ser un Presidente para todos los venezolanos.
A los chavistas democráticos, que son la mayoría, aunque minoría en su cúpula, les corresponde insistir en que aún pueden salvar cara y su movimiento, siguiendo los pasos de Den Xiao Ping en China y del Partido Comunista de Vietnam para rescatar, al menos, la economía a través de la empresa privada. Según el Pew Research Center, el 93% de los vietnamitas apoya el libre mercado, con el cual, desde el 2.000, ese país ha crecido un 7% anual, pasó de ser un país netamente agrícola y pesquero a un país industrial en el que están invirtiendo las grandes multinacionales, se está convirtiendo en un polo de atracción turística mundial, y el consumo privado se ha sextuplicado en 15 años. ¿No le parece a Ud. que la destrucción de PDVSA, a parte de una gran oportunidad perdida, también es una inmensa oportunidad para liberarnos del yugo de las partidocracias, hegemonías y autocracias autoritario-rentistas? Sí, pero hay que construir el relato alternativo.
José Antonio Gil Yepes
@joseagilyepes