Cuando en 1988 fue inaugurado el embalse El Ermitaño, los residentes o productores agropecuarios de la población de Quebrada Arriba y toda la parroquia El Blanco, al oeste del municipio Torres se ilusionaron porque, definitivamente, se terminarían sus problemas de suministro de agua.
Sobre todo en Quebrada Arriba surgieron muchas esperanzas que en poco tiempo se esfumaron al ver que a sus hogares no llegaba una gota del agua almacenada en el gran embalse.
De nada valieron sus gestiones o protestas pues desde el Ministerio del Ambiente y los Recursos Naturales Renovables o el Instituto Nacional de Obras Sanitarias (INOS) no hubo preocupación por sacar provecho de los millones de litros de agua almacenados.
Apenas algunos parroquianos disfrutaban de las que caían por el aliviadero en un improvisado balneario.
Poco a poco los vecinos de Quebrada Arriba vieron como una multimillonaria inversión se perdía ante la indiferencia oficial mientras miles de personas sufrían por la carencia del líquido vital.
La berma, o tapón de la presa se convirtió en un bosque, los aliviaderos desaparecieron y en las orillas creció la sedimentación, algo sumamente peligroso para una obra de ese tipo.
Una obra en peligro
Para el ecólogo y profesor universitario Edilberto Ferrer, la falta de mantenimiento, a 24 años de su terminación, el embalse El Ermitaño se encuentra en riesgo por diferentes causas.
“Este es un embalse del que nunca se ha regado nada de la extensión agrícola de la parroquia, ni se le ha dado agua a la población”, expresa preocupado.
Luego pasa a señalar algunos de los problemas que confronta.
El aliviadero de fondo, dice, no funciona a causa de la acumulación de sedimentos, lo que pone en peligro el reservorio.
Por otra parte, carece de gasto ecológico, no circula el agua por lo que el río Ermitaño se secó en detrimento de la flora y la fauna silvestre que se reproducía en sus riberas.
Ademas, agrega, el embalse no cumple las expectativas previstas en el proyecto original como era el riego de miles de hectáreas y el suministro urbano.
Afirma Ferrer que diferentes sectores de la parroquia han hecho movilizaciones en procura de la utilización de las aguas almacenadas, de allí la necesidad de una balimetría para evaluar sus condiciones actuales y futuras.
Dice que desde su construcción nunca se le había hecho tal evaluación por lo que se desconocía alguna información sobre volumen de agua y sedimentos acumulados. También se hizo un seguimiento con respecto a la calidad del agua y se construyó la llamada curva altura-área-capacidad.
A raíz de los reportajes publicados por El Impulso en los que se ponía de manifiesto el estado de abandono de la presa, hace algunos meses se procedió al “desmonte” de la berma o tapón, que era un bosque, pero quienes llevaron a cabo el procedimiento no se preocuparon por retirar los restos vegetales sino que los echaron a las aguas, contribuyendo de esa manera con su contaminación.
Denuncia que el aliviadero de fondo no funciona por la acumulación de sedimentos lo que hace temer un desbordamiento si llueve fuerte en las cabeceras del río y quebradas que alimentan el embalse.
“Si eso no lo destapan y se llena se va a desbordar y hasta se podría romper el tapón y en Quebrada Arriba nos ahogamos todo”, dijo un parroquiano que se acercó, como lo hace frecuentemente, para constatar el estado de la obra.
Agregó que recientemente llegó un grupo de hombres, aparentemente del Ministerio del Ambiente, y se metió en el agua para destapar el aliviadero, pero, supuestamente por carecer del equipo indicado uno de ellos sufrió un accidente y se marcharon sin poder cumplir con su misión.
Al parecer para destapar el aliviadero es necesaria la intervención de buzos dada la magnitud de la obstrucción que presenta, no sólo por el sedimento acumulado durante tanto tiempo, sino también por los restos vegetales dejados por quienes realizaron la eliminación del bosque en que estaba convertido el tapón.
“Nosotros no estamos tranquilos en Quebrada Arriba cuando está lloviendo fuerte porque como el agua no tiene por donde salir, podría desbordarse”, dijo otro parroquiano.
Debido a esa obstrucción el agua de la presa no tiene por donde salir. Hay peligro de que se desborde y arrase con todo lo que, por la tubería del aliviadero de fondo, por la que el año pasado, por esta fecha, salían millones de litros de agua que se perdían en la parte baja de la presa, actualmente apenas sale un chorrito de agua no percibida siquiera desde la berma o tapón.
“Hay que actuar de inmediato para que esta importante obra no se pierda en la desidia”, puntualizó el ecólogo Edilberto Ferrer mientras señalaba la extensión del espejo de agua que se pierde al oeste entre las montañas del piedemonte de la serranía de Ziruma.
Insiste en que no se justifica que a 24 años de haber sido inaugurada la obra, hasta ahora nadie se ha beneficiado de ella con respecto al suministro de agua pura que en millones de litros permanece almacenada en el enorme reservorio, capaz de aliviar la sed de todo el pueblo y regar miles de hectáreas .
Ficha tecnica
Ubicación; parroquia El Blanco, al oeste del municipio Torres, a diez minutos de Quebrada Arriba.
Fecha terminación de la obra: 1988.
Altura de la berma (tapón),46 metros.
Extensión de la berma,118 metros.
Capacidad: 22.500 hectómetros cúbicos.
Superficie cubierta,470 hectáreas.
Superficie a regar de acuerdo al proyecto,750 hectáreas, de unas 5 mil disponibles.
Cultivos,1.000 hectáreasde caña y 485 de pastos.
Abastecimiento de la población de Quebrada Arriba.
Afluentes, río Ermitaño y quebradas.
Administración, Ministerio del Ambiente.
Se trata del tercer embalse de agua del estado Lara, después del Cuatricentenario, en Atarigua, y Los Quediches, todos en el municipio Torres.
En la parroquia existen otros embalses, como el Puricaure y el San Jacinto, ambos de propiedad privada, utilizados exclusivamente para el riego de siembras de caña, pasto y otros rubros.
Fotos: Luis Salazar