“El problema no es que las cosas estén mal…
El problema es que no hagamos nada por resolverlas”
Martin L King.
Todo proceso necesita de un lapso para depurarse y el Todopoderoso nos ha proporcionado los medios para fortalecernos ante las adversidades.
La mayor riqueza de la cual dispone Venezuela es su recurso humano; hemos sido ejemplo ante el mundo, por poseer un personal educado y capacitado para el trabajo honesto y creador; con eficiencia, eficacia y responsabilidad demostrada. Así lo comprobaremos cuando superemos la involución actual; depende de la seguridad jurídica y de nuestra voluntad para el trabajo productivo, porque:
“No existe sistema económico que haya logrado trabajar a pérdidas”.
Hemos soportado lo que podría determinarse como un Apartheid, y sus resultados los estamos sufriendo todos.
Todavía queda una muestra del café producido en el país que otrora fuera el primer productor del mundo en cuanto a calidad y el segundo en cuanto a cantidad. Quedamos caficultores arraigados a las montañas sobreviviendo en condiciones infrahumanas y, con lo invertido en la importación de alimentos se está financiando la siembra de ciento de millones de hectáreas, en el exterior.
¿COMO DESTRUIR UN PAÍS?
Originaria de la antigua tierra de Abisinia, al norte de Kaffa, en Etiopia, allá donde se unen la cultura árabe con la africana, la semilla que cambio al mundo (como fue definido el café, por Mark Pendegrast en su magna obra) partió a la conquista del planeta Tierra; los Trópicos de Cáncer y el de Capricornio limitaron su cultivo, es decir, su hábitat natural es exclusivamente Tropical. La mítica cereza viajó a Europa a través de Yemen; venciendo al cerco del Imperio Turco llegó a Francia y desde el puerto de Nantes se embarcó con el gobernador de Martinica, el Capitán de Infantería de Marina Gabriel Mathieu de Clieu, quien en uno de sus viajes a París consideró que las condiciones que existían en Martinica permitían cultivarlo, en las mismas condiciones que los holandeses lo hacían en Indonesia. Pidió en París que se le diesen unos plantones de cafeto del “Jardín de las Plantas” para trasladarlos a Martinica y proceder a su siembra, pero se lo negaron. Entonces, decidió robarla y en el año 1723, acompañado por la planta robada, embarcó rumbo a Martinica.
Enterados los holandeses intentaron matarlo para evitar que llegase a su destino; poniendo en peligro la posición predominante de su país en el mercado del café. Recurrieron a todo tipo de artimañas. Un espía holandés intentó matar la planta regándola con agua salada pero no consiguió su objetivo al ser descubierto por el Capitán.
En el Atlántico fueron atacados por piratas tunecinos y en el combate el
invernadero que protegía la planta fue destruido. Tras un mes de calma el agua dulce comenzó a escasear y el Capitán Clieu compartió su ración con aquel vegetal. Cuando ya estaban a solo día y medio de su destino una terrible tormenta inundó al navío con gran cantidad de agua de mar y recubrió al cafeto de sal, pero milagrosamente sobrevivió. El cafeto finalmente fue plantado en tierras de Martinica y después de cosechar los primeros granos se distribuyeron entre los habitantes de la isla para que fueran replantados. Las cerezas partieron a tierra firme americana y llegó a Venezuela por el año 1730.
Las primeras semillas fueron sembradas en las márgenes del Rio Orinoco, por misioneros franciscanos, liderados por el Padre Gumilla y, desde allá, el café conquistó al resto del país, especialmente, a las zonas montañosas. Durante casi cuatro siglos venció y soportó estoicamente a la Guerra de Independencia, a montoneras, a luchas fratricidas, a dictaduras; a asaltantes e incendiarios de caseríos, pueblos y sabanas.
Para el año 1.886, el bien llamado “Oro Verde” tomó al Tricolor patrio y lo enarboló en la cúspide del mundo cuando a la Finca Cobalonga, situada en los Valles del estado Aragua, se le otorgó el reconocimiento de producir “El Mejor Café del Mundo”. Para aquellos años el país exportaba 1.800.000 sacos/60 k. O sea, 2.347.826 q.q. de café, puesto que un quintal equivale a un saco de 46 kilos…
Continuará…
Maximiliano Pérez Apóstol