#OPINIÓN Fiesta de Escolapios en Carora #30May

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El padre Juan Bautista Pérez Altuna organizó la celebración desde el día anterior. Se encargaba de la Diócesis de Carora el Obispo Carlos Curiel Herrera, quien se había educado en las escuelas pías y ordenado sacerdote en su seminario.

El nuevo Obispo es un caroreño entrañable, descendiente en línea directa de personalidades legendarias de la localidad como el Padre Carlos Zubillaga y de Chío Zubillaga, icono de la intelectualidad caroreña. Nieto de de Teodoro Herrera Zubillaga, padre de la Raza Carora, ganado lechero que es referencia mundial. Hijo de José Elías Curiel, médico cirujano de extraordinaria capacidad profesional a quien la ciudad le guarda memoria agradecida.

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Caroreño profundo y dentro de esta condición telúrica, escolapio, que es también un orgullo caroreño porque esta congregación marco un antes y un después en la historia educativa de esta comunidad recostada al Morere.

Carlos Enrique Curiel Herrera, hombre de sol y sueños de profeta, nacido para servir a Dios y a los pobres se gradúa de médico y luego hace posgrado en anestesiología, seguramente por su afán intimo de sanar el dolor en todas sus manifestaciones, el dolor moral y también el dolor biológico, ambos némesis infaltables en la temporalidad del ser humano.

Para la celebración se conocía de la presencia del Obispo Eduardo Herrera Riera y de Sor María Curiel, tíos del cuarto obispo caroreño. No obstante eran muchos quienes deseaban estar presentes en esta fiesta espiritual y el padre Juan se dio a la tarea de hacer una lista rigurosa que contuviera los datos de vida y muerte de toda la concurrencia luminosa . En fin, se trataba no solamente de enaltecer el apostolado de un hombre de Dios, sino también de hacerle un homenaje popular al sentimiento religioso profundo de toda una comunidad, la cual por décadas ha mostrado una firmeza católica inalterable, solida y ejemplar.

El día anunciado fue magnífico, por millares el pueblo salió a la calle para festejar con júbilo la llegada de su nuevo pastor de almas, allí, entre los vivos se confundieron los invitados del padre Juan, con su banda de trompetas y redoblantes, detrás marchando centenares de estudiantes con camisa blanca y pantalones de kaki, a caballo los seguían un grupo de ganaderos también invisibles, mientras que un coro infantil cantaba canciones a la virgen.

El Obispo Carlos Curiel entró en hombros a la Historia caroreña, precedido de un linaje familiar donde resalta el compromiso por lo social. No solamente por el legado de su familia materna sino también por la paterna, ya que su bisabuelo Jacobo Curiel Meléndez fue junto a Manuel José Perera, Ángel Montañés y los sacerdotes Lisimaco Gutiérrez y Carlos Zubillaga, los benefactores iniciales del Hospital San Antonio, en el cual posteriormente Chelias Curiel, su padre, salvó muchas vidas gracias a sus grandes dotes como cirujano.

Montado sobre esta vocación secular y genética, el obispo Carlos Curiel dio el primer paso para confundirse con las esencias populares, porque si no bastara el peso de su herencia familiar, el es producto religioso de Vaticano ll y beneficiario intelectual de los postulados místicos de Gutiérrez Merino , Arnulfo Arias y Helder Camara, entre otros profetas latinoamericanos que como sacerdotes se comprometieron a buscar a Jesús encarnado en los pobres de la tierra.

En esta fiesta de escolapios resalta un dato importantísimo, cuando el Padre Juan todos los sacerdotes escolapios del entonces Colegio Cristo Rey y ahora Calasanz, eran españoles y en la actualidad todos son venezolanos. En la mayoría de parroquias de Torres los sacerdotes eran extranjeros, hoy en la Diócesis todos son venezolanos, jóvenes entusiastas y comprometidos en plenitud de Cristo con su feligresía. Esta realidad maravillosa tuvo su inicio en 1968 en la Conferencia Episcopal Latinoamericana de Medellín. Leamos nuevamente su primera conclusión: La Iglesia Latinoamericana, reunida en la Segunda Conferencia General de su Episcopado, centró su atención en el hombre de este continente, que vive un momento decisivo de su proceso histórico. De este modo ella no se ha «desviado», sino que se ha «vuelto» hacia el hombre, consciente de que «para conocer a Dios es necesario conocer al hombre”. La Iglesia ha buscado comprender este momento histórico del hombre latinoamericano a la luz de la Palabra, que es Cristo, en quien se manifiesta el misterio del hombre. [GS 22]2 Esta toma de conciencia del presente se torna hacia el pasado. Al examinarlo, la Iglesia ve con alegría la obra realizada con tanta generosidad y expresa su reconocimiento a cuantos han trazado los surcos del Evangelio en nuestras tierras, aquellos que han estado activa y caritativamente presentes en las diversas culturas, especialmente indígenas, del continente; a quienes vienen prolongando la tarea educadora de la Iglesia en nuestras ciudades y nuestros campos. Reconoce también que no siempre, a lo largo de su historia, fueron todos sus miembros, clérigos o laicos, fieles al Espíritu de Dios. Al mirar el presente comprueba gozosa la entrega de muchos de sus hijos y también la fragilidad de sus propios mensajeros [GS 43]. Acata el juicio de la historia sobre esas luces y sombras, y quiere asumir plenamente la responsabilidad histórica que recae sobre ella en el presente.

Aquí está el contenido final de esta Conferencia fundamental para la iglesia católica latinoamericana. Más Corto: Gracias Europa por habernos traído la cruz de Cristo pero de ahora en adelante nosotros asumimos la misión de buscar a Dios encarnado en nuestra gente que sufre socialmente.

Cuando vimos bailar a Carlos Curiel con el pueblo indígena de Cochabamba lo sentimos como uno de los capitanes modernos que orienta su barco de optimismo hacia el destino de una comunión perfecta con las personas más vulnerables del espectro social. Y con este sentimiento de absoluta empatía las calles de Carora rebosaron de afecto a su liderazgo espiritual.

No pude asistir a la invitación abierta que hizo a todo el colectivo escolapio el Padre Juan pero como ex alumno celebro y me siento orgulloso de tener en Carora un Obispo fraterno que ampliará en nuestras tierras el camino de redención. Dios te bendiga Monseñor Coqui.

Jorge Euclides Ramírez

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