¿Saben ese personaje de la familia que es callado, introvertido y que nunca se ha ganado un bingo de salón, pero porque le da pena gritar “¡Bingo!”? Ese personaje es mi hermano. Se llama Stevan y si bien estudió turismo, hizo carrera en la industria hotelera y hasta vivió en Dubai, ahora nada de eso importa porque será recordado como “el carajo que narra béisbol en alemán”.
Recuerdo que en los ‘90 había un mito de un fulano método israelí para aprender inglés en el cual te dormían y, en estado de sueño, te ponían a escuchar cassettes de lecciones en “Inglich”. Creo que mi papá jamás imaginó lo que estaba haciendo al exponer a mi hermano a horas y horas de transmisión del circuito radial de los Tiburones de la Guaira, con el Musiú Lacavalerie, su hijo Marco Vinicio, El “Ponti” Alfonso Álvarez, Héctor Cordido y el locutor comercial “Chepe” Pérez Meléndez. Todas las temporadas que los Tiburones gastaron en vano para ganar un torneo, terminaron consiguiendo un efecto secundario inesperado: un venezolano que narra juegos de béisbol en Alemania.
A la par de esto, mi hermano jugó más de una década en la reconocida liga infantil venezolana Criollitos de Venezuela; destacándose, además, como uno de los jugadores más productivos de la liga en cada temporada que jugó. Gracias a esa “Universidad de la Vida” paralela que tuvo mi hermano, años más tarde terminó jugando en la Bundesliga de Béisbol, en el equipo Atléticos de Mainz (y lo único criollito de esa liga es la cerveza y las salchichas alemanas que se toman después de los juegos).
Ya siendo parte del equipo, hace unos meses un compañero le dice que tiene una productora audiovisual y que quiere comenzar a transmitir los juegos de los Atléticos de Mainz por el canal de YouTube del equipo. Que como mi hermano sabe bastante de béisbol, que si se anima a ser el narrador de los juegos. Y así comienza la historia del que creo es el primer venezolano narrando béisbol en Alemania.
Yo mismo lo he escuchado y la experiencia de escuchar béisbol en alemán es muy distinta a la de escuchar béisbol en Venezuela o en Estados Unidos. Si tomamos en cuenta que la poética palabra “mariposa”, en alemán se dice “schmetterling” (con esa “r” acentuada, es decir, “schmetterrrrrrling”), se podrán imaginar que cada juego se escucha como el equipo de la casa perdiendo por ocho carreras y el juego lo está narrando Hitler enardecido de furia.
De hecho, imaginen un escenario de bases llenas, la carrera del empate en tercera y se da la siguiente narración: “Lo tienen en 3 y 2… ¡Lanza el pitcher!… ¡Strike!… ¡Ponche!… ¡papita, maní, tostón!”. En alemán, eso suena así: “Siehaben es in dreiundzwei… Stellplätze Krug… ¡¡Trefferrrr!!… ¡¡Schlaggggennnnn!!… ¡¡Vati, erdnuss, plataneeeeee!!”.
A lo anterior, debemos agregarle el día cuando la narración de mi hermano comience a tener patrocinantes propios de la zona. Ya no tendremos un “¡Batazo entre dos!”, sino un “¡Salchichazo entre dos!”. No llegará “El clásico de octubre”, sino “El clásico de Oktoberfest”. No harán un doble play por la vía 6-4-3, sino un doble play por la vía B-M-W. Y los juegos ya no serán jugados en el Yankee Stadium, sino en el Frankfurter Stadion.
Definitivamente, estos veinte años de emigración sostenida de los venezolanos, nos han hecho presenciar cosas que jamás imaginaríamos. Arepas en Edimburgo, cachapas de El Guapo en Manhattan, recetas de guasacaca en el New York Times y japoneses tocando un pajarillo en cuatro (a lo cual habría que explicarles que semejante chinazo no viene de China). A dicha lista me enorgullece agregar al primer venezolano que narra pelota en Mainz, Alemania. Es mi hermano, Stevan Morales, y si lo quieren escuchar vayan a canal de YouTube “Mainz Athletics”.
Capaz crean que estoy emocionado porque mi hermano es el primer venezolano que narra béisbol en alemán. Capaz crean que estoy emocionado porque los años de formación en Criollitos de Venezuela dejan una profunda huella positiva en los niños que por allí pasan. Capaz crean que estoy emocionado por la calidad de narradores de pelota que hemos tenido en Venezuela (y sobre todo en los Tiburones). Pero no… lo que realmente me emociona es que por fin algo en el mundo hizo que mi hermano hable por tres horas seguidas sin que se calle. Y me disculpan lo pretencioso, pero es que ya me veo siendo millonario cuando pronto esté con mi hermano, en la mesa de un salón, y de la nada le dé por pegar el grito de “¡Bingo!”.