Uno de los problemas fundamentales del comunismo estriba en que simplemente no ha funcionado -en ninguna parte donde se haya experimentado- el tener una “revolución” para reconstruir la sociedad desde cero. En lugar de una sociedad ideal, esas revoluciones han terminado creando traumas sociales de todo tipo, distintos, nuevos y definitivamente peores de los que se querían combatir y soluciones ad hoc que no se parecían en nada a lo que pretendían originalmente.
El problema con los sistemas “ideales” es que deben implementarse en condiciones no ideales y por personas que no son perfectas. Karl Marx ha debido imaginarlo porque hasta confesó que “construir castillos de arena en el aire es una pérdida de tiempo”.
Los comunistas, a pesar de ser ateos, son como fanáticos religiosos. Cuando están fuera del poder son solidarios, fraternales, empáticos. Creen –supuestamente- en una sociedad igualitaria. Y eso permanece inalterable hasta que llegan al poder. ¿Será que nunca están listos para “lo social”, como decía Marx?
Aquellos otrora seres humanitarios se convierten en los seres más despiadados por obra y arte del dinero. Si estudiaron “El Capital”, dejan atrás las teorías de Marx sobre dinero, valor y trabajo. Los reales sirven para comprar todo lo que quisieron tener y no tuvieron y para ello no tienen que trabajar, solamente echar mano del tesoro público… para eso llegaron al poder. El pueblo, esa masa anónima en nombre de quien actuaron, quedó relegado a lo que siempre fue: un instrumento para acceder al poder.
Los “comunistas”, como nuevos ricos, son la cosa más presuntuosa y despreciativa que hay. Los comunistas verdaderamente comprometidos, que no son muchos, han tenido que darles la espalda, como hicieron en la extinta Unión Soviética, donde los propagandistas anticomunistas no tuvieron que buscar fallas con argumentos abstractos y experimentos mentales, sino usando la realidad de la propia URSS.
Y aquí en Venezuela no son distintos… Llegaron con las fauces abiertas, hambrientos, desesperados, apremiados a saquear todo. Acabaron con el país. No hubo sector con el que no se metieran y destrozaran. Y encima, no tuvieron empacho en hacer público sus riquezas mal habidas. Aún ahora, cuando frente a la realidad de un pueblo que en más de sus tres cuartas partes está en estado de pobreza crítica, restriegan sus posesiones y privilegios. Hipócritas y encima, arrogantes… Arrogantes y encima, hipócritas.
Carolina Jaimes Branger
@cjaimesb