Catalogada como ciudad dormitorio, Cabudare es fuente de un buen número de trabajo no sólo de sus habitantes, si no también de los barquisimetanos, ya que es sede de grandes empresas como Lácteos Los Andes, Embotelladora Terepaima, una oficina regional del Seniat y de importantes universidades tanto públicas como privadas; sin nombrar un gran número de empresas distribuidoras que se han instalado en los últimos años.
Quien no conozca la historia de Cabudare está perdiendo gran parte de nuestra tradición. Posee una de las iglesias más antiguas de Venezuela, la Iglesia San Juan Bautista, ubicada al lado de la Plaza Bolívar. Su construcción totalmente colonial data de 1835. Visitarla es trasladarse momentáneamente a esta época; además Cabudare fue visitada dos veces por el Libertador Simón Bolívar, en 1813 y en 1821; durante su primera visita pernoctó en el lugar conocido como Plaza La Ceiba y su hamaca fue colgada en el frondoso y enorme árbol que todavía existe en ese lugar; muy cerca se encuentra el puente San Nicolás, testigo fiel de la historia del pueblo y finalmente una de sus más emblemáticas construcciones que une lo antiguo con lo moderno, La Plaza La Cruz, una de mis favoritas y la más maltratada por efectos de los “visitantes” de cada miércoles de mercado popular.
Cabudare, al igual que otros prósperos pueblos de Venezuela, ha tenido la mala suerte de no contar con un buen gerente local. Sus servicios básicos son pésimos. Existen zonas que no reciben el servicio de agua por varios días. El servicio de recolección de desechos sólidos se paraliza muy frecuentemente y ni hablar del servicio de luz, aunque cuenta con una central eléctrica. Hablar de sus calles es hablar prácticamente de un paseo a la luna, sólo se acuerdan de ellas en época electoral para maquillarlas y como si fuera poco sus habitantes, cuya mayoría se traslada a Barquisimeto para trabajar, deben pasar largos momentos en colas para trasladarse a sus trabajos en horas de la mañana y luego de retorno en horas de la tarde.
Para sorpresa de ustedes, no soy habitante de Cabudare, pero paso mis días laborando allí y soy uno de los fieles contribuyentes de impuestos municipales y de servicios básicos que se siente frustrada y estafada cada vez que se va la luz, no hay agua o cae en un hueco. Es lamentable que durante todos los años de democracia y descentralización los alcaldes y alcaldesas solo sirvan para adornar las calles en enormes vallas publicitarias con una sonrisa digna de una cuña de crema dental.