En la escuela nos enseñan las normas básicas de convivencia ciudadana, y aprendemos que al llegar a un lugar decimos buenos días, buenas tardes, buenas noches, según sea el caso, pero ¿qué pasa cuando, una vez que somos adultos, nos montamos en el ascensor y al decir ¡buenos días! nadie responde?
Cada día de nuestra vida debe ser valorado por nosotros mismos más que nadie, cada uno de nosotros debemos disfrutar de nuestro tiempo, cada minuto, cada segundo, sin desperdiciar ni un instante, porque cuando ya no estemos en esta tierra ¿qué nos gustaría que dijeran de nosotros? ¿Nos gustaría escuchar algo como esto?: Ese ni respondía los buenos días, ese ni saludaba, o nos gustaría que dijeran: Que persona tal gentil, siempre saludaba cordialmente.
Parece algo tan insignificante un simple saludo de buenos días en el ascensor, en el pasillo, en la oficina, pero ese sencillo gesto le puede cambiar la actitud a una persona que se encuentre abatida, cuyo corazón se encuentre triste. No nos cansemos de ser cordiales, de dar a los demás un detalle que literalmente no tiene precio y que tiene un valor inigualable. No sabemos quien pueda necesitar este hermoso detalle, y tal vez tampoco sabremos a cuantas personas le hemos cambiado positivamente el día, pero no por ello dejemos de hacerlo, que para este año seamos mejores personas, y que buena forma de empezar a cambiar con un simple ¡Buenos días!