“Las alianzas políticas son (…) más arte que matemáticas, más convicciones que control”, leo en entrevista para El Libero a Genaro Arriagada quien ha sido ministro y embajador de Chile y fue coordinador de la Concertación en la etapa más importante y exitosa de esa coalición clave en la transición a la democracia la cual, cumplido su papel, se agotó y ha dado paso a otras opciones que todavía buscan concreción.
De arte dice el diccionario, entre otras cosas que es capacidad, habilidad para hacer algo, también maña, astucia. De convicción que es idea a la que se está fuertemente adherido. Hay una ciencia para estudiar la política, pero su práctica es un arte basado en el sentido de las proporciones, los equilibrios, el balance entre las necesidades y las posibilidades. En política no bastan las convicciones, pero sin ellas se vuelve por estéril y cegatona.
Las alianzas políticas nacen de la necesidad. El gobierno coaligado a raíz del Pacto de Puntofijo no era la vocación de los partidos que lo integraron, sino el reconocimiento de un reclamo objetivo de la realidad. Lo mismo puede decirse de la Mesa de la Unidad Democrática en 2009, iniciativa exitosa hasta 2015, cuando confundió el desembarco en Normandía con la toma del Bunker de la Cancillería y empezó a deshacerse primero y agotarse después.
Las alianzas nacen de la oportunidad pero el oportunismo no las preserva. La adecuada lectura de la oportunidad está acompañada de la visión estratégica y de las afinidades en cuanto a las prioridades. Vuelta al cincuenta y ocho, adecos, urredistas, copeyanos y comunistas coincidieron en buscar la caída de la dictadura, pero inmediatamente después, los objetivos de estos últimos no eran los mismos de institucionalidad democrática con reformas económicas y sociales en los que coincidían los tres primeros, así que el acuerdo fue entre éstos y al poco tiempo los rojos y la escisión juvenil izquierdista del partido mayoritario se fueron a la aventura de la lucha armada. La versión ahora “oficial” era la guerra de autodefensa ante la provocación betancourista, pero el más elemental sentido común indica diferencias muy radicales tanto en el fondo como en cuanto a la naturaleza de la oportunidad.
Aquí y ahora, se reclama a la oposición democrática unidad. Que decida qué hacer y cómo hacerlo, pero también que comprenda sinceramente cómo reencontrarse con ese venezolano empobrecido, desencantado. Esos rumbos extraviados no se encontrarán con base en la matemática o el afán de control.
Arte y convicciones. El chileno Arriagada conoce la asignatura, no sólo por politólogo, sino por político práctico que combina una enorme experiencia con una clara inteligencia. Arte y convicciones.
Ramón Guillermo Aveledo