#OPINIÓN Aldira y la Medalla con luz #28Feb

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Aldira Trebaño Pérez cumplió doce años y se sintió mujer con derecho a decidir sobre sus relaciones personales, el flujo le había llegado dos meses atrás y las hormonas le alborotaban la imaginación poniéndola a soñar con una vida de modas y placeres.

Nadie sabe que la llevo una noche a echar una muda de ropa en un morral y lanzarse a una aventura, atravesando la pantalla de una laptop como si fuese Alicia detrás de los espejos. Aldira dio un paso adelante y rompió el muro virtual para adentrarse a una realidad que suponía glamorosa y excitante.

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La noticia de su desaparición se hizo viral rápidamente, desde temprano, apenas cuando sus padres descubrieron su habitación vacía, su fuga y su foto ocupó espacio preferencial en las redes. Por ello su ubicación y rescate fue un alivio para miles de personas que se habían transformado en aliados cibernéticos de la improvisada operación pesquisa, llamada Encontremos a Aldira.

Pocos fueron los detalles del procedimiento que concluyó felizmente con el regreso de la niña a su hogar. Se mencionó la supuesta culpa de un sexagenario libidinoso, el silencio misterioso de Aldira, la acción rápida de los cuerpos policiales y el aviso dado por una señora con el cual se orientaron las investigaciones. Pero el resto de la información quedó detrás de un velo de incógnitas.

Impulsado por una natural curiosidad profesional el periodista José Alirio Espada Sifuentes dispuso un plan propio de indagación, obtuvo el permiso de los padres para entrevistar a Aldira, contactó a varios testigos y luego de esta labor reporteril, escribió lo siguiente: “Aldira inicio el primer año de secundaria llevando un bulto escolar y sus cuadernos forrados con imágenes de historietas infantiles. Eso motivó la burla de varias compañeras de estudio calificándola de niñita boba. Frente a este bulling Aldira cambió totalmente y entro en una etapa de rebeldía con sus padres, a usar ropa atrevida y estar mucho tiempo fuera de casa en compañía de nuevas amistades. Esto como reacción trajo medidas disciplinarias que ella considero como un castigo injusto.

Por intermedio de sus nuevas amigas Aldira activó por las redes relaciones extrañas, con personas a quienes no conocía personalmente y con temas impropios para su edad. Abrió una cuenta facebook con un perfil falso, mintiendo sobre su edad y otros datos personales. Inmersa en ese mundo virtual descuidó sus estudios formales y sus evaluaciones fueron deficitarias, lo cual obligó a sus padres a incrementar los controles y restricciones.

Entre sus relaciones entablo vínculo con un ingeniero de 28 años, de altos ingresos económicos, soltero y con casa y carro propios. Sus conversaciones cada día subieron de intensidad hasta que un día ella decidió fugarse de su hogar para encontrarse con su príncipe.

Salió furtivamente de casa a eso de las dos de la madrugada y camino por calles solitarias hasta sentir pavor ante las sombras. No supo qué hacer y se refugió en una placita, acurrucada como un perro debajo de un árbol, para hacerse invisible ante cualquier probable transeúnte. A la primera luz del día recordó que el ingeniero le había dado una dirección en el centro de la ciudad, donde indicó tenía su oficina.

Se dirigió al sitio, preguntando y dando vueltas porque le dieron indicaciones difusas. La dirección de la oficina no existía como tal, era un amplio espacio en el centro de la ciudad, un antiguo estacionamiento de vehículos que los comerciantes informales habían convertido en un mercado a cielo abierto con sus productos colocados en grandes mesones. Desconcertada empezó a recorrerlo con la esperanza de encontrar alguien le informara sobre su amigo el ingeniero. Tomó su teléfono y mostraba su foto para ver quien lo conocía y le dijera dónde podía ubicarlo.

Un señor canoso que vendía repuestos para electrodomésticos se apiadó de la niña y le dijo que nos buscara a esa persona de la foto dentro del mercado porque jamás lo encontraría. Le dijo que la siguiera y la condujo a un rincón del antiguo estacionamiento y la puso al frente de un hombre como de cuarenta años, sin piernas, con media cara desfigurada y de porte esquelético. Aquí en el mercado quien se presenta como ingeniero es Tobías, simplemente porque arregla celulares. Tobías vio la foto que mostraba Aldira y comenzó a llorar en silencio con lágrimas de Quasimodo. Era su rostro antes del accidente terrible que lo liquidó socialmente y al cual sobrevivió únicamente como un fantasma en las redes sociales.

Los recorridos de Aldira por el mercado habían llamado la atención de un depredador sexual quien aprovechando el estado de perturbación de la niña le ofreció ayuda. La llevó a un puesto de ropa y le dijo que escogiera a su gusto, Ella miró trajes, pantalones y blusas muy bonito todo, pero de pronto su mirada se deslizó al puesto de una señora que al lado vendía artesanías. En el pecho le vio una medalla que emitía luz, quedó como hipnotizada viendo el resplandor de la Virgen con su cayado y las ovejas. Esto le permitió a la señora ver con absoluta claridad la cara de Aldira y reconocer a la niña desaparecida que todos andaban buscando.

Deslumbrada por la luz y consciente del peligro en que se encontraba Aldira corrió al puesto del señor de los electrodomésticos, quien confundido y sin saber que hacer la llevo a la casa donde tenía alquilada una habitación. Ya María con su medalla de luz había notificado a la policía y a los familiares y conocida la dirección donde estaba Aldira fue rescatada sana y salva. La luz de la Divina Pastora la protegió justo en el lindero del infierno.

José Alirio, el periodista dice que escribe este relato, ficticio pero inspirado en hechos ocurridos en Coro, para que sirva de lección a niñas y niños que no conocen el inmenso peligro contenido en las relaciones que mantienen por las redes sociales.

Jorge Euclides Ramírez

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