#OPINIÓN Educación, una reflexión #27Feb

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El pasado lunes 22, por invitación del Consejo Consultivo de la Ciudad, participé en el homenaje al Instituto La Salle, con motivo de sus 108 años de fundado, benemérita institución de la ciudad a la que agradezco haber sido vacunado contra la indiferencia con una poderosa dosis que genera anticuerpos para toda la vida. Este año, el aniversario tuvo la nota luctuosa de la violenta muerte del Hermano Luigi Manganiello.

Mucho aprendí en esas aulas. Sobre todo, aprendí a aprender. Se reforzó en mí la fe de mis mayores, se me inculcó sentido del deber en su doble rostro personal y social. Desde 1913 cuando abrieron sus puertas los Hermanos de las Escuelas Cristianas, el colegio representa una respuesta a tres desafíos centrales de nuestra sociedad: institucionalidad, educación y valores.

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Las instituciones públicas y privadas hacen las sociedades. Sin ellas, el colectivo humano difícilmente sería comunidad, pues quedaría invertebrado, informe. Ellas son el armazón de una sociedad que progresa.

Bajo el signo del fundador San Juan Bautista de La Salle, uno de los grandes pedagogos de la historia, la escuela busca siempre la innovación y se guía por el espíritu de que la educación es un derecho de todos. Hoy es cosa sabida, aun cuando no necesariamente practicada, pero en el siglo XVI era revolucionario. El educando lasallista es concebido como protagonista de su propio desarrollo; singular, autónomo, consciente, inconforme, por responsable participante en sus comunidades y disciplinado.

En nuestra Venezuela, la educación es un acto cotidiano de heroísmo. La educación privada enfrenta enormes dificultades y la pública está en la indigencia. Reciente documento de la Academia de Ciencias Físicas, Matemáticas y Naturales, muestra cómo la pandemia ha empeorado un cuadro que ya era gravísimo. Empobrecimiento general y decadencia escolar. Desnutrición infantil. Triste comparación, un educador gana en Uruguay quinientas veces más que su colega venezolano. Las universidades públicas reciben menos del 2% de lo que necesitan para sus necesidades.

No entro en más detalles porque dan ganas de llorar. La igualadora por excelencia hoy es refuerzo de la desigualdad.

En cuanto a valores, hay que rescatarlos a nivel personal y social. Solo así progresaremos. Honestidad, trabajo, amor a la libertad y la justicia. En lo social, la dignidad humana como baremos de la política al servicio del bien común.

Al volver al “colegio de La Salle tan querido” del himno, recordar a mis maestros y compañeros, repasar los sueños juveniles, sentí de nuevo, me vino a la memoria la última estrofa de su letra tantas veces cantada:
«Virtud, saber, porque la vida es mar/donde el deber, faro es que ha de alumbrar». Solo así podremos decir honradamente que «La Salle triunfará».

Ramón Guillermo Aveledo

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