ILEGITIMIDAD DE ORIGEN DE COERCIÓN SOBRE LA PERSONA
Limitación del poder de la persona
Como consecuencia directa del origen involuntario de la vida propia, y con base en las consideraciones antes expuestas:
1.- Toda forma de limitación del poder de la persona sobre sí, su vida y sus decisiones adolece de una profunda ilegitimidad de origen
2.- Aunque todas las demás personas de la Tierra estuvieran plenamente de acuerdo en imponer a un individuo tales limitaciones, seguirá siendo de superior rango el derecho natural de ese individuo a no acatarlas, en tanto el desacato no perjudicara de forma directa y demostrable a terceros.
3.- Como las personas somos en gran medida “seres gregarios” que necesitamos la relación con nuestros semejantes para llevar una vida soportable, es necesario establecer ciertas normas de convivencia, pero es a la vez necesario tener presente que tales normas se dictan por conveniencia práctica y que en ningún caso pueden sustituir ni superar en importancia al derecho natural del individuo.
El derecho natural del ser humano vs. las normas
4.- Las citadas normas, por más que se las pretenda “generales” o “universales” afectan a los seres humanos que optan por convivir con los demás en un determinado entorno social: aquel en cuyo ámbito rigen tales normas.
5.- Pero es igualmente lícito alejarse y vivir fuera de esas normas, asumiendo las consecuencias de soledad que ello pueda conllevar, o reunirse con otros individuos y, al margen de la mayoría, pactar con ellos una convivencia basada en otras normas más acordes con los deseos e intereses de los integrantes.
6.- La dificultad de hacerlo en el mundo globalizado actual y el alcance territorial “éticamente cuestionable” de la jurisdicción de los Estados sobre la práctica totalidad del planeta limitan de facto estas opciones pero no menoscaban el derecho natural a ejercerlas, que sigue asistiendo hoy a todo ser humano.
Normas aceptadas voluntariamente
Como consecuencia de lo expuesto, todo conjunto de normas y reglas de convivencia es de “aceptación estrictamente voluntaria”, por más que la no aceptación implique:
7.- la exclusión de un grupo o sociedad;
8.- pueda conllevar la inmoral expulsión del territorio correspondiente o el dramático confinamiento en prisión.
Una vez más, acatar irreflexivamente las normas que limitan el autogobierno personal es también ejercer una opción: tal vez la más cómoda para la mayoría pero también la más dolorosa y humillante para algunos.
Próximo domingo 21/02: Cuando la democracia se convierte en excusa…
Juan José Ostériz