Los estereotipos femeninos que el chavismo ha generado han sido todos lamentables. No hay ejemplo de estudios, ni de trabajo, ni de igualdad, ni de maternidad, ni de reacciones o lucha contra la violencia de género, ni de sobriedad, ni de feminidad, ni de elegancia, ni, ni, ni…
Frente a nuestros ojos ha desfilado cualquier cantidad de esperpentos de seres ¿humanos?, empezando por las brujas que instigan a la violencia, destilando hiel en cada una de sus palabras y acciones, pasando por las jueces que sacaron sus títulos de una caja de Ace, prestas a dar sus veredictos que condenan a inocentes, las “profesionales” que están “preparadas” para ocupar cualquier cargo en la administración pública y que siguen con un discurso social, pero ahora vestidas de Chanel, suertes de Eva Perón redivivas, pero feas, hasta la nueva camada de prepagos, una vergüenza para la mujer venezolana echada pa´lante, trabajadora, madre, hija, honesta y solidaria.
Quiero referirme al video que se volvió viral y que por las quejas (¡aplaudo que haya habido quejas!) fue retirado de las redes. Cuando lo vi, fui una de las decenas de miles de personas que pensó que era una burla a la nueva clase social venezolana, los hijitos de papis ladrones. Jamás pensé que se trataba de un anuncio publicitario de una empresa de blindaje a la que anclas radiales reconocidas y serias han hecho publicidad.
No voy a insistir en el tema central, pero sí en la cosificación de la mujer, una afrenta a todas las venezolanas de bien. La mujer es una prostituta y alardea de su condición. “Me traje a una…” dice el hijito de papi ladrón sin terminar la frase. No tiene que terminarla. Todos las conocemos. Son objetos. Explotan su físico, que es su única y extraordinaria fuente de ingreso. Las redes están llenas de los videos que ellas montan, donde hacen alarde de su nueva riqueza. La profesión más antigua del mundo, hoy en Venezuela, es una cantera de dólares para una cantidad de jóvenes que nacieron bellas o se hicieron bellas a punta de cirugías. Hay una enorme industria alrededor de ellas. Las llaman “escorts”. Muchas vienen de concursos de belleza, que han resultado ser los proveedores más exitosos de este nuevo y provechoso negocio de la Venezuela chavista. Atrás quedaron las épocas de aquellas “misses” que usaron los concursos como trampolines para hacer carrera y que han dado ejemplo de bien hacer.
Pero dejemos los eufemismos: ni las de ahora son “escorts”, ni sus patrocinantes son proveedores. Son prostitutas y proxenetas. Y si bien cada quien es libre de hacer de su capa un sayo, lo que resulta detestable es que una empresa use esa imagen para una publicidad, como si ésa fuera la nueva imagen del venezolano. ¿Es que no saben que en Venezuela las tres cuartas partes de la población está pasando hambre? ¿Cómo se atreven a alabar el dinero mal habido y, encima, la degradación de la mujer?
Y es que, en la Venezuela de hoy, para pasar ileso a través de esta cochinada de nuevos paradigmas, hay que estar blindado… ¿verdad?
Carolina Jaimes Branger
@cjaimesb