Una vieja camioneta verde marca Willis le puso nombre a la policía de Carora de los años 50 del siglo pasado. De Willis paso a Wilsia y de nombrar a la camioneta la denominación paso también a la comandancia. Así la Wilsia era además de patrullaje el calabozo y la amenaza. Ahí viene la Wilsia, te voy a mandar para la Wilsia, rascaito que llegue a la Wilsia se lo raspa Patricio El Sordo.
No pasaban de 20 los agentes policiales de aquel entonces y no inspiraban ningún temor ciudadano a excepción del tiempo de la recluta cuando carrereaban a jóvenes en edad de ingresar como tropa al ejército venezolano. Una de sus tretas era emboscarse a la salida de los cines para capturar a los muchachos aptos para el servicio militar. Los policías mas temidos en estas lides eran Ramonsote y Contreras porque eran altos y corrían como caballos de coleo jalando por el fundillo a los escapistas para que cayeran al suelo y los otros policías que venían atrás los agarraran.
En uno de esos operativos le metieron un tiro por las nalgas al policía mediomundo porque se descuido y dejo entreabierta la rejilla del cierre y un muchacho se salió de la camioneta le quito el revólver por la espalda y le disparo, luego corrió y lo atraparon y en vez de pasar dos años en el servicio militar paso 15 años en la penitenciaria de San Juan de los Morros.
En la comandancia ubicada en la calle comercio cerca de la policía había un inmenso cañón en la mitad del patio y dentro de su boca anidaban pajaritos que se disparaban al cielo cada vez que entraba un preso escandaloso. Como sucedió cuando metieron presos a Ramón Segundo Ferrer. Gusmaro Franco y Yayo Oropeza. Ellos andaban en la caravana de un rompimiento echando cohetes en la parte trasera de un camioncito. Al pasar frente a La Wilsia Ramón Segundo, dice él, tiro un cohete pa’rriba y le salió pa’ un lao y justo se metió por la ventana del cuarto donde dormían varios policías y allí dentro explotó. Salieron los agentes como estaban, algunos incluso en calzoncillos echando tiros al aire que se confundían con los petardos patronales. Ubicaron a Ramón Segundo y sus acompañantes y los pusieron presos. Para su liberación fue intermediarios Toño Zubillaga y Domingo Perera, comandante en jefe de las Ferias.
Muchas son las anécdotas sobre la relación entre la policía y los ciudadanos de la Carora de aquel entonces, como por ejemplo los golpes que le dio el Chicho Cañizalez al policía Lucio porque este último le enveneno un perro de raza en la plaza Bolívar. También merece recordatorio el bueno de Balbino, un policía con cara de San Nicolás que las madres de la calle Lara utilizaban como persuasor para que los niños de ese tiempo nos tomáramos remedios amargos, el lograba éxito en su gestión no por intimidación porque no asustaba a nadie, sino por la cara de ruego que ponía en su amable pedimento.
Jorge Euclides Ramírez