La pandemia apagó la vida de uno de los hombres más sabios de nuestra Iglesia Católica, monseñor Castor Oswaldo Azuaje, obispo de Trujillo, quien dedicó su vida al servicio y la evangelización
«Al atardecer de la vida seremos examinados en el amor», es una frase de San Juan de la Cruz, fundador del Carmelo Descalzo y es, quizás, la forma más oportuna de reseñar el triste fallecimiento de monseñor Castor Oswaldo Azuaje, obispo de Trujillo, la mañana de este viernes 8 de enero.
Monseñor presentó síntomas de la COVID- 19 desde hace algunos días por lo cual requirió atención médica en una clínica privada en el estado Trujillo. A pesar de los esfuerzos médicos y de la inmensa cantidad de oraciones por su pronta recuperación, el llamado de Dios fue más fuerte.
La Conferencia Episcopal Venezolana manifestó su dolor ante la muerte de monseñor, al tiempo que recordó la esperanza de la resurrección. «El Episcopado Venezolano se une en el dolor, en comunión con la esperanza cristiana por el fallecimiento del querido hermano, Mons. Cástor Oswaldo Azuaje, obispo de Trujillo. Elevamos nuestra oración desde la fe en la Resurrección que nos ha prometido nuestro Señor Jesucristo».
Este hombre de Dios nació en Maracaibo el 19 de octubre de 1951 y descubrió desde muy joven su vocación religiosa.
Realizó los votos solemnes de la Orden de los Carmelitas Descalzos en 1974, ordenándose como presbítero el 25 de diciembre de 1975 en la ciudad de Mérida.
El carmelo barquisimetano lo recuerda como un religioso de gran sabiduría, un apasionado de la liturgia, la música y la formación de nuevas vocaciones. Decenas de seminaristas, postulantes y grupos de laicos recibieron directamente su acompañamiento y cariño.
«El 30 de junio de 2007 fue nombrado obispo auxiliar de la Arquidiócesis de Maracaibo, recibiendo su Ordenación Episcopal el 31 de agosto de 2007, con monseñor Ubaldo Santana como Consagrante Principal. El 03 de abril de 2012, el entonces Papa Benedicto XVI lo nombró Obispo de Trujillo. La Toma de posesión canónica de la diócesis fue el 9 de junio de 2012», señala una nota de prensa de la Conferencia Episcopal.
Quienes conocieron a monseñor Oswaldo dan testimonio de su vida ejemplar. Un hombre abierto a la comunidad, atento a las necesidades del prójimo y un amigo fuerte de Dios, como diría Santa Teresa.
Se extinguió su paso por la tierra pero su enseñanza permanecerá siempre viva en el corazón de quienes le amaron. ¡Descanse en paz monseñor y la Virgen del Carmen lo lleve hasta el cielo!