El primer anuncio del Nacimiento de Dios-Hombre, fue hecho a los Pastores -a los campesinos de la época- que cuidaban sus rebaños en las cercanías de Belén. De toda la humanidad, Dios escogió a estos pobres, humildes y sencillos hombres para ser los primeros en llegar a conocerlo.
Si bien los Pastores sienten “un miedo enorme” cuando “el Ángel del Señor se les apareció y los rodeó de la claridad de la Gloria del Señor” (Lc. 2, 9), no se sorprendieron ante el anuncio que se les hiciera.
Y no se sorprendieron, porque ellos esperaban al Salvador. A causa del pecado de nuestros primeros progenitores, la humanidad se encontraba a oscuras, derrotada, pues había perdido el acceso al Cielo.
Podemos imaginar, entonces, la alegría que deben haber sentido los Pastores cercanos a la cueva de Belén cuando el Ángel se les aparece en la Noche de Navidad y les dice: “Les traigo una buena noticia, que causará gran alegría a todo el pueblo: hoy les ha nacido en la ciudad de David, un salvador, que es el Mesías, el Señor” (Lc. 2, 1-14)
Se cumple así la esperanza de redención del género humano; es decir, se nos abren nuevamente las puertas del Cielo. Por eso el Ángel anuncia que esa “buena nueva será de gran alegría para todos” (Lc. 2, 11).
Sabemos que los Pastores creyeron sin dudar lo que se les había anunciado y se fueron enseguida a la Cueva de Belén: “Vamos, pues, hasta Belén y veamos lo que ha sucedido y que el Señor nos dio a conocer” (Lc. 2, 15).
Y tal como les fuera dicho “hallaron a María, a José y al recién nacido acostado en la pesebrera” (Lc. 2,16).
¡Cómo les habrá tocado la gracia de Dios a estos sencillos hombres! “Después se fueron glorificando y alabando a Dios porque todo lo que habían visto y oído era como se lo habían anunciado” (Lc. 2,20).
Los Pastores son de esos “pobres en el espíritu” que luego Jesús el Salvador menciona en sus Bienaventuranzas, “que de ellos es el Reino de los Cielos” (Mt. 5,3)… Y ese Reino también puede ser nuestro, si somos como los Pastores: sencillos y humildes, creyeron sin cuestionar y sin dudar, dejaron todo para responder al llamado de Dios, y rápidamente lo buscaron… y lo encontraron.
Así como respondieron los Pastores, debemos responder nosotros a la gracia infinita que es motivo de celebración cada Navidad: Dios está con nosotros para salvarnos. Debemos responder como los Pastores: sin demora y sin titubeos, ni dudas, creyendo lo que Él nos ha dicho.
Isabel Vidal de Tenreiro
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