NADA más incómodo que un comodín. Desde que el béisbol impuso ese sistema -en USA o en el Caribe- los que entran por la cocina muchas veces salen por la puerta del frente. Eso probablemente tenga que ver con el grado de calentamiento que tiene un club cuando se mete en la instancia siguiente colgando de un hilo o con el último suspiro. La historia reciente de nuestra liga nos muestra ejemplos de novenas que se catapultaron una vez que les dieron una rendija por donde colarse… CARDENALES estuvo sufriendo desde el vamos en un circuito donde sentirse confortable es imposible. Peleó intensamente para acercarse a los .500, batalló contra la inestabilidad creciente y permanente de un pitcheo abridor lleno de brechas, inconsistencias y dudas. Era el candidato de casi ninguno entre quienes escriben o hablan acerca de la pelota criolla. En algún momento no le daba un palo a nadie y había que resolver temas importantes, como, verbigracia, el jardinero central y la ineficacia de los iniciadores… AQUÍ los pitchers importados trabajan por cuotas, unos vienen y otros se van. Los contratos son por días o semanas. Esos jugadores extranjeros de tiempo completo resultan la excepción… LARA tuvo un octubre aceptable y un noviembre parejo con bastante carretera. Como en las carreras de caballos preparó, entonces, un remate vigoroso, aunque nada libre de temores y desalientos. Hablar de liderazgos y méritos es tarea complicada a la hora de sopesar las tareas de cada quien. Encontrar un suplente como Gabriel Noriega fue notable. Su guante es de Grandes Ligas y su bateo a lo mejor alcanza un nivel parecido. Luis Valbuena (.306, 6HR, 39CI) se metió el año de su vida en esta pelota, reventó al fin con todo su talento. Luis Jiménez (.324, 9HR, 40CE) hizo lo suyo de manera estridente, como acostumbra. Con un poder sobrenatural, confirmando que nadie en esta congregación y en cualquier tiempo le ha dado más duro a las costuras. José Celestino López (.311, 5CE, 33CE) se metió, luego, entre los dos anteriores y también despachó estadísticas de alto nivel. Ese tridente quedó entre los ocho mejores en promedios. Vino Alcides Escobar (.349, 16CE) con todo su talento para insuflarle vida al punto alto de la nómina, aparte de vigorizar la defensiva.
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PEDRO Grifol fue puesto a prueba. Hacía tantas alineaciones como uno escribe cosas en servilletas. El conjunto no producía. Entonces, de la tierra de Pelé, apareció Paulo Orlando con el Cristo del Corcovado. Lo contrataron cuando Brasil ganó en Panamá su boleto al Mundial. Lo recomendaron, pero era un experimento. Por allá en Maracaibo y Cabimas supimos que se trataba de un buen jardinero central y que el problema estaba resuelto. El paulista -corredor de pista en su país- tenía más sorpresas porque lo hace todo bien. Fue la chispa del encendido y sus números (.346, 16CE en 32 juegos) plasmaron el gran hallazgo de Cardenales. Fue el toque mágico, el condimento que le dio sabor al elenco guaro… POR si no lo recuerdan, por aquí pasaron Grube, Jakubauskas, Sweeney, Korecky, Feierabend, Hooker, Farquhar y Patterson. Entretanto, Robert Pérez empujaba 24 en pocos juegos y preparaba sus alientos para la hora clave, mientras Hernán Iribarren salía de sus lesiones para arrojar un efectivo .340. En síntesis, fueron utilizados 28 lanzadores en la eliminatoria. Ningún abridor ganó cuatro, pero bomberos como Johnny Montoya (6-0) y Luis Avilán (5-3) resultaron la muestra de lo que trabajó la pandilla de los intermedios, con todos sus bemoles y sustos. Digamos que Grifol entendió la liga y sobradamente. Pareció un fiscal de tránsito con sus señas hacia el bullpen, siempre más temprano que tarde. Su pitcheo fue de retazos, casi nunca de faenas prolongadas. La grúa jamás apagó los motores… MÁS bien los prendieron los bateadores en el mes de diciembre y comenzaron a repartir leña como para un asado gigantesco.
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EL departamento monticular, laborioso, empeñoso, siempre nos tuvo con un nudo en la garganta. El grupo de Yoervis Medina, César Jiménez, Raúl Rivero, José Jiménez, Rómulo Sánchez y Luis Avilán, entre otros, bailaba en la cuerda floja y no caía. Ofrecieron disposición y éxitos. Muchos se iban y casi nadie llegaba. La operación teléfono trajo a Yohan Flande y en la reserva estaba Nick Green. El round robin se desarrolló con Cardenales ganando uno y perdiendo el otro, asido con desesperación a los .500… LOS cañoneros entendieron el mensaje. Ellos tenían la palabra. Pocos elencos de Lara habrán bateado tanto en una semifinal como los de esta versión. Fabricaron 100 carreras en 16 juegos. Pegaron 16 jonrones y negociaron 67 boletos, veinte de ellos a cargo del destructor Luis Jiménez, especie de “Hulk” beisbolero. Ocho regulares -contando el .299 de Yangervis Solarte- clavaron sus averages sobre los trescientos. Las cuatro sustituciones fueron formidables. C.J. Retherford (.355, 14CE, 4HR), Solarte (7CE, 2HR) brillaron en defensa y ataque. Los numeritos de Ken Ray (1-1) y Víctor Moreno (1-2, 4.91) no son la muestra de lo que hicieron en la semana final. Dígame alguno de ustedes, lectores, si alguien aguardaba tres aperturas de lujo como las de Ken Ray, Nick Green y Máximo Nelson. Cuando la Divina Pastora llegó a Barquisimeto los pájaros rojos tenían 5-5 y perdieron esa noche del catorce. La bendición vino después. Robert Pérez asumió el mando de General en Jefe. Como una fiera herida cargó al club (.378, 5HR, 14CE en 37 turnos), mostrando que la voluntad puede más que los años. El domingo ya ustedes saben lo que pasó. Muchos aficionados no tienen uñas y sus corazones no aguantaban el embate. Pero qué buena es la presión cuando se gana.
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MAGALLANES será favorito. Eso no tiene importancia, mejor así dirán los crepusculares. De aquellos duelos de la 95-96 y la 00-01 hay grandes recuerdos. Ahora estarán en la banca contraria Luis Sojo y Omar Malavé. Han pasado doce años y el mundo da muchas vueltas. Los Navegantes poseen los nombres y Lara muestra sus números. Pero, más que eso, la garra, las ansias de ganar son el arma letal del bando occidental. Los guaros fabricaron 39 anotaciones en la semana culminante y ese factor es atentatorio contra cualquier cuerpo de pitcheo… ESTA banda roja no es fácil y el director de orquesta Pedro Grifol sabe con qué ritmo hay que bailar en la LVBP. Dirigir se hace más digerible cuando se tienen las fichas. En infinidad de ocasiones no las poseyó en cuanto a pitcheo se refiere. Pero a cada quien le extrajo su cuota de participación. Y puso a toda su gente a jugar, con enroques geniales como ese tan sorpresivo de darle en la semana final del round robin la receptoría al joven Anderson de La Rosa. El estratega alado arañó en la cueva para no caer en desgracia y siempre mantuvo en la azotea los ánimos. Hay quienes dicen que los buenos pilotos no se hacen en el terreno sino en el dugout. Manejar un roster de 34 egos es ardua labor. Mañana hablaremos más de la gran final. Por ahora preparen las pastillitas. En el béisbol siempre son necesarias.
Extrabases 22-01-13
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