57% de los inmigrantes que llegan a Buenos Aires son venezolanos

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Angly Moya jamás pensó que con 50 años iba a dejar su ciudad natal, Caracas. Se sentía con una edad demasiado avanzada para migrar. Pero en la familia de ya había dado comienzo un proceso de migración que no se detuvo. Por el contrario. La primera en buscar refugio en Buenos Aires fue su hermana, y continuaron sus hijas. Entonces Angly sintió que las necesitaba, así que decidió seguirlas.

Hoy trabaja en uno de los restaurantes venezolanos más reconocidos de la Ciudad, Tuarepa.com, en Recoleta. En septiembre cumplió un año como migrante. «Me costó mucho tomar la decisión de venirme. Mis hijas no me entendían. Yo me sentía vieja para dejar todo y volver a empezar. Pero no me arrepiento. Ya tengo un nieto nacido en Buenos Aires y estoy enamorada de esta ciudad», le cuenta Angly a Clarín. Como ella, miles de venezolanos llegaron a territorio porteño para trabajar o para estudiar, para arrancar de cero, para probar suerte.

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En la Ciudad, los venezolanos conforman hoy un porcentaje muy importante del colectivo de inmigrantes. Son el segundo grupo, detrás de los paraguayos, con lo cual desbancaron a otras colectividades tradicionales. Según la encuesta Anual de Hogares que lleva adelante la Dirección de Estadísticas y Censos de la Ciudad -bajo la órbita del Ministerio de Hacienda y Finanzas porteño- el 57,2% de los inmigrantes llegados recientemente son de ese país.

Las cifras fueron procesadas durante este año, pero están basadas en la información recogida en 2019. Y lo que se describe como «inmigración internacional reciente» tiene que ver con el análisis de los últimos cinco años.

Los números dejan en evidencia la disminución de aquellos inmigrantes tradicionales, de los países limítrofes, como paraguayos, uruguayos, chilenos y bolivianos. «La presencia de estos colectivos de inmigrantes en los censos mostró diferentes volúmenes según el país de origen. Los chilenos y los uruguayos migraron a la Ciudad en los 80. Mientras que los bolivianos y los paraguayos lo hicieron mayormente en la década del 70», detalla Rosana Martínez, quien es analista en estadística sociodemográfica en el Departamento de Análisis Demográfico de la Dirección.

Para los 90, se suma la enorme migración peruana; que también pisó fuerte a nivel gastronómico y que se concentró en el AMBA. La llegada de venezolanos, y en menor medida de colombianos, es posterior a 2010, apalancada por la inestabilidad política, social y económica de ese país. Una realidad que se mantiene. Recientemente hubo elecciones en Venezuela, que fueron objetadas por diferentes organismos internacionales.

Según el anuario «Población de Buenos Aires» -que publica la dirección de Estadísticas y Censos- se estima que hay unos 80.000 residentes venezolanos en la Ciudad. La gran mayoría llegó en los últimos años, en los que empeoró la situación en su país de origen.

Andrés Ortega tiene 30 años y llegó hace 3 a Buenos Aires. Nació en la ciudad El Tigre, en el estado de Anzoategui. Es el mayor de 8 hermanos; trabajaba en un cine, pero decidió migrar cuando ya su sueldo no alcanzaba para pagar «ni la comida», le dijo a Clarín.

Es uno de los venezolanos que hizo parte de su viaje por tierra. Partió en micro hasta el cruce limítrofe de Pacaraima, en Brasil; de ahí hasta Boa Vista y luego hasta Manaos. Desde Manaos abordó un avión a Ezeiza. «En ese momento no había tantos venezolanos en Buenos Aires, así que se me hizo relativamente fácil realizar los trámites de residencia precaria. Además, aquí me contacté con amigos, que me ayudaron mucho», contó.

Ahora tiene residencia permanente y por momentos logró mandar dinero a su familia una vez a la semana. La cuarentena lo complicó laboralmente y ahora hace menos envíos. Como muchos otros migrantes de Venezuela, tiene una formación terciaria, es licenciado en Relaciones Laborales. Según los datos de la encuesta, el 68,1% de los venezolanos que llegan a la Ciudad tiene estudios terciarios o universitarios completos. Casi el doble que los migrantes de otras provincias de Argentina (36,5%).

En el colectivo de bolivianos, paraguayos y uruguayos se registra un mayor peso de población con niveles educativos “hasta secundario incompleto”. Mientras que los inmigrantes peruanos se ubican en una situación intermedia, el 59% de su población llega con un nivel “secundario completo y universitario incompleto”.

Sabrina Aguilera llegó a Buenos Aires con 20 años. Viajó con su novio para estudiar, ella psicología en la Universidad de Palermo, él Ciencias Económicas en la UCES. Los siguieron padres y primos. Así la adaptación se les simplificó. Y después de trabajar en gastronomía, pudieron impulsar su propio proyecto con tuarepa.com: «Cada vez vienen más argentinos a conocer nuestra cocina. En general prueban las arepas. Además, servimos patacones, empanadas de harina de maíz, pepitos -los sandwiches de pan largo- y pequeños, deditos de queso fritos, envueltos en masa de trigo», detalla.

La pandemia por coronavirus, y la cuarentena, complicaron todas las previsiones que tenían para el crecimiento de su negocio. Pero de a poco volvieron al ruedo, primero con delivery, después sumando el take away y ahora con mesas en la calle. Y pese a las dificultades de emprender y sostener un negocio en Argentina, se sienten a gusto. Por un lado, sostenidos emocionalmente por un grupo familiar. Y por otro lado, por un colectivo que se hace su espacio en una ciudad -y un país- tradicionalmente abierto a las migraciones.

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