18 waraos varados en Caroní esperan apertura de fronteras para migrar hacia Brasil

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Un grupo de 18 indígenas waraos de los caños del Delta del Orinoco está varado desde hace cuatro meses en San Félix, Ciudad Guayana. La familia espera la apertura de las fronteras para migrar hacia Brasil en búsqueda de oportunidades de trabajo que les permita paliar la emergencia humanitaria compleja en medio de la alarma sanitaria por la pandemia de COVID-19.

José Manuel Flores, cacique de la comunidad, comentó que para llegar a San Félix tuvo que vender todo lo que tenía, incluyendo su cocina y las camas donde dormían, pues es la única forma de costear al menos un cuarto del viaje hasta Boa Vista, en Brasil.

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Los indígenas llegaron remando desde su hogar en los caños del Delta hasta San José de Bujas, estado Monagas. En el lugar tuvieron que quedarse tres días vendiendo collares de semillas, ofreciendo chinchorros y durmiendo en la calle para reunir dinero suficiente para costear el pasaje hasta la ciudad de Maturín. En Maturín se repite la estrategia, solo que esta vez tuvieron que permanecer en el sitio por dos semanas, y apenas es un tercio del camino.

  Para llegar de los caños del Delta hasta San Félix los waraos pasaron dos semanas en cada estación del recorrido, en las cuatro durmieron en la calle | Fotos William Urdaneta 

Aunque la permanencia en San Félix ha sido difícil, los migrantes waraos reiteran que no regresarán a los caños

Tras dos semanas en la ciudad, José Manuel y su familia lograron costear un pasaje hasta Temblador, luego llegaron a Chaguaramas, y después a Barrancas del Orinoco. Cada parada les costó dos semanas de permanencia en la calle vendiendo artesanías, chinchorros o frutas.

Desde Barrancas del Orinoco hasta Ciudad Guayana el viaje puede durar hasta cinco días en canalete. Pese a las dificultades lograron asentarse temporalmente en el mercado de San Félix donde construyeron una barriada temporal junto al río Orinoco, con techos de plástico sostenidos con varas de madera para resguardarse de la lluvia.

Su llegada coincidió con la temporada de jobos, por lo que en un principio lograron sostenerse con la venta de estas frutas. Aunque por ahora duermen en cartones y les cuesta conseguir alimento, José Manuel asegura que se le hace más fácil conseguir comida en la urbe que en su antiguo hogar en los caños, además hay más ropa, aunque a veces se encuentre en los basureros.

Mientras está cerrada la frontera, Alicia Cabello, su esposa, continúa haciendo collares y pulseras que casi nunca logra vender, mientras él hace remos de madera cuando consigue material, para reunir el dinero necesario para llegar a Santa Elena de Uairén y cruzar la frontera hasta Brasil.

La permanencia en San Félix no ha sido fácil. Sin tren de pesca y con pocos materiales para seguir haciendo chinchorros la familia se conforma con calmar el hambre con yuca asada. José Manuel lamenta que aunque también hace esculturas de madera sabe que no encontrará muchos compradores.

El hombre explicó que salir del municipio Caroní es un reto mayor no solo por la frontera cerrada, sino porque el pasaje para llegar hasta Santa Elena de Uairén en el municipio Gran Sabana cuesta 30 dólares por persona. “Así nosotros nos quedamos, tampoco sabemos cómo vamos a salir porque el pasaje está caro, pero no nos vamos a regresar”, reiteró.

La familia decidió abandonar los caños permanentemente por las precarias condiciones en las que se encuentra el pueblo warao en su asentamiento original, condiciones que se agudizan conforme avanza la crisis económica, alimentaria, política y social en el país. “Nosotros nos vinimos mudados, ya no vamos a regresar, la gente está pasando hambre, no hay trabajo ni ropa, ni zapatos”, expresó José Manuel.

Comentó que últimamente la venta de artesanías -su principal fuente de ingresos económicos- disminuyó drásticamente con la escasez de efectivo, tampoco conseguían otros trabajos que garantizaran la comida diaria. Entre los varados hay 14 niños y adolescentes entre los 5 meses y los 19 años.

Hacia el epicentro de la pandemia en Latinoamérica

La migración de los waraos data de hace 55 años, cuando la Corporación Venezolana de Guayana (CVG) intervino la cuenca hidrográfica del caño Manamo, en el río Orinoco, lo que significó un cambio en las formas de vida del pueblo indígena warao, por la contaminación del agua y la alteración de la pesca.

A lo que se le añade la expansión de enfermedades infectocontagiosas agravadas por el acceso limitado a la atención médica en su comunidad.

  Durante su permanencia en San Félix, los waraos sobreviven con la venta de remos y chinchorros 

66% de los indígenas que llegan a Brasil son waraos de acuerdo con Acnur

Por eso se desplazan hacia las poblaciones urbanas cercanas al río Orinoco, como Cambalache, el centro de Puerto Ordaz, la terminal de la chalana en San Félix y la terminal de pasajeros. Unos permanecen allí y otros continúan hacia Brasil, recorriendo un trayecto de al menos 500 kilómetros.

Hoy, huyendo del hambre y las enfermedades en Venezuela, aumentó la migración de waraos hacia el epicentro de la pandemia por COVID-19 en Latinoamérica: el norte de Brasil.

Regni Bastardo, miembro de la comunidad warao La Riviera en el centro de Puerto Ordaz, informó que solo este año han migrado hacia Brasil 10 de las 20 familias que viven en este sector, cuando el año pasado migraron solo dos.

Aunque el vice cacique de la comunidad warao cercana a la terminal de pasajeros de San Félix rehusó dar detalles a la prensa, aseguró que la mayoría de los integrantes de su comunidad también están esperando que abran la frontera de Brasil para migrar como lo hizo su cacique, Teobaldo Zapata, asentado en Boa Vista.

Brasil rebasó la barrera de los cinco millones de casos de COVID-19 y continúa siendo uno de los países con más recepción de migrantes y refugiados venezolanos.

El trabajo del Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Refugiados (Acnur) ha sido clave para el acceso a alimentación y saneamiento de los indígenas desplazados.

De acuerdo con el informe de junio 2020, hay 5.020 indígenas venezolanos registrados en Brasil, 66% de ellos son de la etnia warao.

3.305 de ellos están solicitando su condición de refugiados. Acnur explica que el ser indígenas en movilidad los convierte en personas altamente vulnerables a la violencia, la inseguridad social, abusos, al hambre, desempleo, al acceso cada vez más restringido al agua y saneamiento y por lo tanto al contagio de enfermedades infectocontagiosas como la COVID-19.

Por ello han habilitado más de tres albergues en Brasil -que también tienden a colapsar-, para mejorar la recepción y atención de indígenas desplazados.

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