Con este título, Adriana Irazábal presentó la semana pasada su primer libro. Adriana es una talentosa y bella joven, que nació con parálisis cerebral. Pero su condición no ha sido obstáculo para cumplir sus sueños. Uno de ellos era escribir este libro, el primero de muchos, estoy segura.
La conocí una tarde, cuando mi amiga, la sicóloga Teresita Maggi, me llevó a conocerla. Yo doy clases de escritura creativa y a Tere le pareció que era la persona indicada para asesorar a Adriana en la escritura de su libro. Fue amor a primera vista: conocerla no es sólo quererla. Es admirarla y sentir el deseo de apoyarla a cumplir sus metas.
Esa tarde me contó sobre lo difícil que había sido ir a la escuela, donde había sido víctima del *bullying *de sus compañeros. Yo, que soy madre de una niña con capacidades diferentes, puedo dar fe de lo feliz que fue ella durante sus años de colegio. Pero quizás tuvimos la suerte que Adriana no tuvo: contar con el apoyo de los colegios donde ella estudió, sus maestros y su directiva, que sensibilizaron a sus compañeros, desde los más pequeños hasta los que se iban a graduar, de que ella necesitaba comprensión y no lástima, compañía y no indiferencia. Y los niños y jóvenes lo entendieron. Mi hija fue la niña más feliz de sus colegios y cuando se graduó de bachiller, sus amigos le dieron el reconocimiento a la mejor compañera y el colegio un diploma que decía “eres nuestro orgullo”. Pero ésa, por desgracia, es la excepción. La regla es lo que vivió Adriana, y por eso escribió su libro: para sensibilizar sobre las personas que tienen condiciones y capacidades distintas y su necesidad de integrarse a la sociedad.
Adriana fue muy valiente al desnudar su alma en este libro. Por fortuna, ella ha contado con una familia que la adora y que la apoya, sobre todo sus padres, abuelos y hermanas. Allí relata sus pesares, pero también sus triunfos, como haber esquiado en nieve, trabajado como productora en radio, haberse ido a vivir un año sola a Miami, para demostrarse –y demostrarle a esa guerrera que es su mamá, Nelly Dorta- que ella sí podía valerse por su cuenta. “Si la vida te da limones, aprende a hacer limonada”, es una de sus frases favoritas. Y Adri aprendió a hacer la mejor de todas las limonadas.
El presentador del libro fue Eduardo Frontado Sánchez, quien es otro ejemplo de vida. El padrino, su amigo Alejandro León, a quien conoció cuando entró a trabajar en “Zona Escolar”, un programa radial donde ella es productora de una sección mensual llamada “Súper Héroes”. Alejandro era su jefe y tuvo la empatía necesaria para abrirle espacio, darle seguridad y alimentar su autoestima. “Tú si puedes”, le repetía. Para alguien que venía de sufrir un acoso como al que Adri estuvo expuesta, era como encontrarse con un ángel.
En el libro, Adriana narra también sus experiencias teatrales como actriz, su grupo de amigos que la aceptó en “cuatro ruedas”, sus parrandas hasta el amanecer, sus tenidas, sus idas a discotecas y a la playa: “¿Saben por qué nos divertíamos tanto? Porque los artistas somos de mente abierta: para ellos yo soy su amiga actriz más allá de mi condición”. Una época muy feliz, sin duda.
Quiero recomendarles el libro, que está en Amazon tanto en físico como en formato para Kindle. En esta época cuando el hostigamiento se extiende las 24 horas del día, es primordial que los niños y jóvenes lo lean, para ver si logran ponerse en los zapatos de Adriana y otras personas con condiciones similares, para que sepan el daño que hacen y lo remedien.
Para mí, Adriana es una heroína de ésas de las que hablan en el programa de radio que ella produce. Una luchadora, valiente y decidida. Si usted quiere darse un regalo de vida, lea su libro y compártalo. Dese el lujo de conocer a una mujer maravilla que se desplaza en una silla de ruedas.
Carolina Jaimes Branger
@cjaimesb