#OPINIÓN Lectura: Revelación #6Oct

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De media noche hacia el amanecer, el viernes 25 de septiembre de 2020, viví una revelación. La revelación es contrariamente opuesta al sueño. El sueño es una facultad del organismo, la cual, todos los días programa su reposo. La revelación no tiene nada que ver con el mecanismo orgánico que programa el sueño. Para que el sueño la invada, al extremo de perder la revelación, sin que nosotros seres durmientes, nos enteremos es tan sólo una hipotética concepción. Un sueño se nutre de figuras físicas, por lo general, humanas. El movimiento es un atributo en las imágenes de las figuras del sueño. El movimiento articulatorio de la boca, se percibe pero en contadísimas ocasiones funciona lo audicional.

La revelación no tiene noción de la realidad revelada, ni el organismo maneja la facultad de programar revelaciones. Revelar es quitar para dejar al descubierto. Se quita el velo. Sin el velo, se revela otra realidad que el velo velaba. De modo que una revelación es un volver, descubrir.

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La revelación es una novedad desconocida. En mi revelación, caminaban seres humanos transparentes. Las edificaciones eran totalmente transparentes como si sus paredes y techos fuesen de cristal. El interior podía observarse con suficiente claridad, sólo una de las edificaciones siendo transparente velaba su interior, que voces de los seres transparentes decían: “Es su morada.” No habían árboles, pero sí un vegetación de maticas, de un verde transparente muy tenue que cubría todo el piso externo, pero con la particularidad de que cuando se las pisaba se doblaban, pero no se partían, y al levantar el pie se erguían nuevamente.

En general, con excepción de la expresión audible: “es morada,” la conversación se oía como si estuviesen rezando. Los sonidos prácticamente se sentían como si sus voces nos invadieran. A las casas transparentes se ingresaba sin obstáculos, automáticamente; Tres niños vestidos de blanco entraron conmigo, pero uno se cayó al entrar. Lloró, le tendí mi mano, se incorporó y dejó de llorar. Dice el canto uno, en los versos 4,5 y 6, del Paraíso de La divina comedia, Dante Alighieri, transcribo: “Yo al cielo fui que más su luz reviste/ y vi lo que, al bajar de aquella cima,/ a poder ser contado se resiste” .

Carlos Mujica

[email protected]

@carlosmujica928

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