Desde que se supo de la enfermedad del Presidente, a fin de junio de 2011, nuestra línea sobre esa materia ha sido invariable. Respeto y consideración por el aspecto personal y familiar y, en relación al aspecto de Estado, dos claves, verdad y Constitución. Que se diga a la ciudadanía la verdad de la situación, con diagnóstico y pronóstico médico porque la transparencia informativa es un deber democrático del gobierno con su pueblo. Y que en la Constitución está el camino para afrontar cualquier eventualidad. Porque los venezolanos somos un pueblo maduro que sabrá asumir lo que pase.
Del gobierno recibimos, como siempre, solo el insulto y la caricatura de nuestra posición. El gobierno prefiere la propaganda a la política.
Desde diciembre, cuando por boca del mismo Presidente nos enteramos de su nueva operación y de las medidas políticas que decidió, nuestra declaración ha sido una: la versión oficial es insostenible. Digan la verdad y que se aplique la Constitución. Eso, al gobierno no le gusta, y responde con imputaciones y más puestas en escena propagandísticas. Todo dejando ver la estatura personal de los actores, su endeblez y su inseguridad porque no están a la altura del encargo.
Pero, por encima de todo, dos hecho desnudos quedan a los ojos de Venezuela y el mundo. No se ha dicho la verdad y no se está cumpliendo la Constitución.
Por la falta de transparencia es imposible saber con exactitud el estado de salud del Presidente. Nunca nos hemos seguido por esos rumores que son resultado de la estrategia comunicacional del gobierno de no hablar claro. Pero las diversas noticias dadas oficialmente, los síntomas mostrados en las apariciones de su persona, el modo como encaró la campaña electoral y sus propias declaraciones al respecto, el tratamiento que se ha reconocido y la evolución de su dolencia, sugieren que el actual estado, calificado reiteradamente como “complejo y delicado” por los voceros gubernamentales, no es sobrevenido.
Ahora, no se sabe cuándo podrá venir a asumir el cargo para el cual fue electo. En ese caso, la letra de la Constitución y su interpretación sensata muestran un camino claro para respetar la decisión del voto popular con seguridad jurídica para la Nación. La ausencia temporal es un hecho. No ausencia definitiva o absoluta, pues no se han dado sus supuestos. Pero es un hecho que el Presidente no está. En la Carta está cómo debe procederse y quien debe encargarse provisionalmente del poder.
Los voceros gubernamentales consideran “un golpe de estado” que se aplique la norma constitucional y, en realidad, propician uno al no hacerlo. No hay Presidente encargado porque, insisten, el Presidente electo está en funciones. Y ¿cómo va a estar? Es evidente que no está.
¿Quién gobierna en Venezuela? La situación da para que cada quien haga sus conjeturas. He leído hasta que gobiernan los hermanos Castro, cuyo interés en los recursos de nuestro país es obvio. Por el modo como funciona el aparato público, parece que nadie gobernara. Las decisiones se paralizan, todo se hace lento, todo se difiere. Y los problemas de los venezolanos siguen creciendo.
¿Quién gobierna en Venezuela? Nicolás Maduro dice que él no. Diosdado Cabello se niega a asumir lo que la Constitución le pauta. La mayoría votó por Hugo Chávez, quien está –al menos por ahora- imposibilitado de hacerlo. Menudean los insultos y los desplantes pero la pregunta sigue en pié ¿Quién gobierna en Venezuela?
Las mentiras y la manipulación arbitraria de la Constitución están siendo usadas para que manden personas que no fueron electas, y sin asumir la responsabilidad ante los venezolanos. Entramos en los peligrosos predios del mero hecho.
