La pandemia dejaba al descubierto de qué estaban hechos y desechos como pareja.
Para Franchesco era un desafío apoyar a Chantal cuando hablaba de sus sentimientos, y, para Chantal, cuando Franchesco se metía en su cueva y hacía silencio.
Franchesco se sentía mejor resolviendo los problemas sólo,mientras que Chantal se sentía mejor hablando de ellos con sus amigas.
En el día 44 de encierro, Chantal se dio cuenta que se desesperaba ante el insípido sentido común de Franchesco: que si hoy no, pues no va a alcanzar, que no bebamos más pues estamos en radical.
-Nunca dices nada moral y nunca haces nada inmoral- le decía Chantal con arrebatos de desespero.
Y, para Franchesco, saber que Chantal era una auténtica maniática de la limpieza era terriblemente desmoralizador. Los 56 mts cuadrados del apartamento eran un santuario de detergentes antibacteriales.
-Tú representas el triunfo de lo material sobre el espíritu – le decía Franchesco.
Y así, en su cuarentena particular seguían intercambiando palabras como los jugadores se pasan sus fichas
Fue en el día 88 cuando Thabata, la hija de ambos, les dijo con la misma naturalidad con que hace sus videos para Instagram, – Ustedes deben buscar su espacio dentro de su espacio. Un lugar donde se puedan echar de menos – sentenció la intrépida hija al tiempo que se ajustaba sus audífonos.
Franchesco miró a Chantal, había algo en ella que inspiraba confianza de inmediato. Él era ingeniero y sabía que la estructura de un edificio se medía en un terremoto, su relación con Chantal pasaba un momento de estrés y era el tiempo de conocer su estructura.
Chantal miró a Franchesco como cuando sientes que el mundo te pertenece durante un momento. Se dio cuenta que no eran días de juicios y exigencias.
-Repartamos las tareas, no necesariamente tenemos que pasar el día completo juntos, busquemos nuestro espacio individual – dijo Chantal con la sorpresa de la sinceridad.
Franchesco no apartaba los ojos de Chantal, permanecía inmóvil, con los labios sonrió ligeramente mientras sus ojos se ensombrecían.
Chantal le echó los brazos alrededor del cuello y, cuando sus dedos le acariciaron el pelo, se ablandó y lo besó con verdadero afecto.
-El placer es la señal de aprobación –exclamo Franchesco con una sonrisa y, al dirigir su mirada hacia Chantal, captó como respuesta una sonrisa brillante.
Fritz Márquez
@fritzmarquez360