#OPINIÓN Cronicario: El ciclista Julio César León estuvo a punto de ser el primer medallista olímpico venezolano #1Sep

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En demostración de tenacidad, persistencia y orgullo, contra la oposición de las autoridades deportivas, el ciclista trujillano Julio César León venció todos los obstáculos para ser el primer atleta olímpico venezolano y estuvo a punto de ser el primer medallista criollo de la contienda deportiva mundial. En 1948 concurrió a los Juegos Olímpicos de Londres, reiniciados tras la suspensión por dos ediciones por la segunda guerra mundial.

Aficionado desde la adolescencia a la bicicleta, las empinadas calles de su Trujillo natal lo entrenaron como un atleta en la exigente disciplina del calapié donde desarrolló la destreza y habilidad que habrían de convertirlo en deportista de recios logros. De 18 años se residenció en Caracas para iniciar una destacada carrera en el ciclismo en competencias nacionales e internacionales y en poco tiempo destacó entre los corredores sobresalientes de la región, obteniendo los campeonatos nacionales 1940, 1941 y 1942, además de ganar una importante carrera en Trinidad y Tobago en 1941.

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En 1946, formó parte del equipo venezolano de ciclismo, entrenado por Teo Capriles para los V Juegos Centroamericanos y del Caribe, disputados en Barranquilla pero no pudo competir porque enfermó al llegar a Colombia. En1947 se adjudicó la medalla de oro en ciclismo de velocidad en los II Bolivarianos de Lima, Perú. Fue allí cuando el Comité Olímpico Venezolano (COV) comenzó a interesarse en la posibilidad de que León representara al país en otros eventos internacionales.

De 23 años (había nacido en Trujillo el 2 de febrero de 1925) también creyó la hora de internacionalizarse fuera del país y hacer carrera, para lo cual su deseo por aumentar su nivel competitivo lo llevó a buscar su asistencia a la cita olímpica en Londres, pero allí surgió el primer obstáculo al ser menospreciado por las autoridades de la Federación Venezolana de Ciclismo. “Decían que no tenía la capacidad para competir y que iba a hacer el ridículo”, recuerda León.

Ante el primer contratiempo buscó otro camino para lograr su sueño de enfrentar a los mejores del mundo y comenzó la odisea para convertirse en el pionero entre los atletas criollos en unos Juegos Olímpicos. El pedalista no tenía los recursos para el viaje, pero su hermano que era piloto de aviación tenía un amigo en la embajada británica a través de quien se logró la cita con el embajador.

Tengo la ilusión de ir a su país a presentarme en las Olimpiadas, para mí es un sueño y quería ver si me podía ayudar. Pensaba en dinero, pasajes, cualquier cosa que pudiera servir para ponerme allá en Londres. El diplomático se metió varios minutos para su oficina y retornó donde estábamos.

Joven, usted va para Londres, ¿cuándo quiere salir?

El diplomático le explicó que había un avión de transporte oficial para la embajada, un Lancaster del tiempo de la invasión de Normandía llamado por el almirantazgo inglés el «avión lechero», que repartía correspondencia. Me sorprendió la facilidad para concretar el viaje cuando por mi país tuve muchos obstáculos, contaba en entrevista para la BBC de Londres. Le preguntaron si llevaba acompañante y logró puesto a la esposa, su entrenador Grande Allegri y su bicicleta Red Hawk.

En dos días les pidieron presentarse al aeropuerto de Maiquetía. “No fue nadie de la federación de ciclismo a despedirnos pero estaban unos cronistas deportivos que creían en mí, uno era Juan Antillano Valarino (AVJ), también Andrés Miranda, de El Universal y Franklin White. Muy emocionado se fue a meter de primero en el avión, pero quien fungía como aeromozo le dijo que primero las damas. A ella la sentaron con los pilotos, en la butaca para el telegrafista. El avión estaba lleno de
correspondencia, de cajas. A ellos los pusieron, uno al frente y el otro atrás, en los compartimientos de las ametralladoras,.

Así salimos. Paramos en Trinidad, San Vicente, en las islas de los británicos por el Caribe. Ese vuelo duró cuatro horas, era lo que estaba más lejos. Llegamos rojos como un camarón. La cabina de las ametralladoras era una cúpula para ver alrededor y nos daba el sol, estaba muy fuerte. Llegamos a Bermuda para hacerle revisión al avión. Nos dijeron de salir en dos horas y que comiéramos algo por las tiendas y se hartaron con sándwiches y Coca Cola. Debieron esperar unas cinco horas por el mal tiempo para continuar el tramo más largo del viaje que incluyó una escala en Lisboa antes de llegar a Londres.

El vuelo eran 16 horas más las paradas. En cielo inglés, la nave dio cuatro vueltas y aterrizó en una base aérea militar. El atleta y su entrenador durmieron en litera con los infantes de marina y su esposa en el dormitorio de damas. Al día siguiente se mudó a un asentamiento dispuesto para los competidores.

El día de las inscripciones fui al departamento que organizaba las carreras y me dijeron «usted no puede correr aquí porque las autoridades de su país no le dan permiso». Fue un duro golpe, me dieron ganas de llorar. Le prestaron el teléfono y llamó al presidente del Comité Olímpico Venezolano Julio Bustamante y al secretario José Beracasa, quienes decidieron ayudarlo y viajaron a Londres para avalar su participación.

A los tres días llegaron con el representante de la Federación Alberto París y el periodista Juan Antillano Valarino, quienes lo consiguieron preocupado porque su esposa había enfermado y él no se estaba alimentando por dificultades con el idioma. Comía carne de caballo y pescaditos del Támesis.

El COV logró atención médica para la cónyuge de León, servicio de comedor para él y aportó 2.500 dólares. También consiguió le aceptaran la inscripción del atleta venezolano en las pruebas de ciclismo, evidenciando no contar con suficiente experiencia en el aspecto logístico y de protocolo del exigente evento.

Ya inscrito recibió la noticia del desfile inaugural dos días antes de la ceremonia y debía portar el pabellón nacional como las demás delegaciones, pero no pudo conseguirlo ante la embajada venezolana. Nervioso por la responsabilidad no tuvo otra que elaborar su propio tricolor. En una tienda de telas compró un metro de amarillo, uno de azul y otro de rojo que la esposa cosió y el palo de la escoba de la habitación donde se alojaba le sirvió de improvisada asta y así desfiló aquel 29 de julio de 1948.

El 7 de agosto vio acción en la prueba de pista de la cita mundial y por escaso margen estuvo a punto de convertirse no solo en el pionero de Venezuela, como competidor, entrenador y delegado en unos Juegos Olímpicos, sino también como primer medallista. Ya había agenciado en esa prueba un minuto 12 segundos y un minuto 13 segundos, pero el día de la carrera por la lluvia la competencia fue suspendida por varias horas y no pudo “calentar” por no contar con un rodillo.

En la competencia marcó tiempo de un minuto 14 segundos, para ubicarse en la cuarta posición, en la cual se impuso el ciclista de Francia, Jacques Dupont, quien agenció un minuto 12 segundos y 30 milésimas para lograr la dorada, seguido del belga Pierre Nihant (plata) y el británico Thomas Goodwin (bronce).

En la primera eliminatoria en la especialidad de mil metros disputada el mismo día fue superado por el argentino Clodomiro Cortoni en la sexta serie y en repechaje se midió en la primera serie al trinitario Compton Aloysius Gonsalves, a quien superó para avanzar a octavos de final

Debió enfrentar en segunda ronda al italiano Mario Ghella, campeón mundial de la disciplina quien se llevó la medalla dorada y León fue eliminado con registro de un minuto, 18 segundos, una centésima para ocupar la décima cuarta casilla entre 21 competidores.

Allí se acabó el sueño del venezolano, sin embargo entró en la historia de nuestro deporte como el primer deportista olímpico venezolano quien pese a los resultados y a las iniciales mezquindades de la federación llegó a ser considerado entre los ocho mejores pedalistas del mundo. En la década de los ‘50 Julio César León cosecharía éxitos en diversas
competencias internacionales. Fue campeón centroamericano y panamericano. Después se graduó de ingeniero en la Universidad Central de Venezuela y se dedicó a su profesión, la cual compartió con otras actividades, pero nunca más volvió a competir.

Juan José Peralta

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